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¿Dónde están ahora?


Una doble inversión

Cómo Rotary encaminó a Sarah Laughton hacia su carrera en el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas

Por

Sarah Laughton vive en Perú, donde trabaja como representante del Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas.

Imagen: Angela Ponce

Esta historia comienza con un Intercambio de Jóvenes de Rotary y termina con un Premio Nobel de la Paz. En otras palabras, es una historia sobre cómo Rotary International ayudó a una persona a ayudar a otras, y al hacerlo contribuyó a la buena voluntad y la paz mundial.

En 1988, el Distrito 709 de Rotary (hoy Distrito 7090) me eligió como uno de sus estudiantes de intercambio. Todavía recuerdo la emoción que sentí cuando supe que yo, una estudiante de secundaria de St. Catharines en Ontario, viajaría a Bogotá (Colombia). Allí pasé un año feliz sumergida en el idioma, la cultura, la música y la comida de ese maravilloso país, viviendo con una familia de acogida a la que sigo unida más de 30 años después. Aprender español a esa edad me preparó para servir como voluntaria varios años después en Santiago de Chile, por lo que volví a vivir en Sudamérica tras graduarme en la Universidad de Toronto.

El siguiente regalo que me hizo Rotary fue una Beca de Buena Voluntad de la Fundación que me permitió adquirir una maestría en Estudios del Desarrollo en la London School of Economics and Political Science. "Permitir" es una palabra clave en mi historia, porque, comenzando por Colombia y continuando con la London School of Economics, Rotary me permitió emprender un camino que de otra manera no habría podido recorrer.

Fue el título de posgrado obtenido en una universidad prestigiosa (que de otro modo no me habría podido permitir), mi dominio del español y mi probada idoneidad para vivir en el extranjero lo que convenció al Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas para ofrecerme un puesto de trabajo en 1997 como funcionaria profesional junior, o JPO por sus siglas en inglés, asignada a Sierra Leona. Canadá y muchos otros países patrocinan a sus residentes para el programa de JPO de la ONU, cuyo objetivo es alentar a los jóvenes profesionales con talento a desarrollar sus carreras en el ámbito del desarrollo sostenible.

Sierra Leona es un país precioso, pero durante los tres años que viví allí sufrió un terrible conflicto, una guerra civil alimentada por el comercio de "diamantes de sangre". Tuve muchas experiencias que los veinteañeros del sur de Ontario no suelen tener. Y lo que es más importante, comencé el proceso de aprendizaje de todo lo que implica el trabajo humanitario en el campo del desarrollo.

Sarah Laughton

  • Participante en el Intercambio de Jóvenes de Rotary, 1988-1989 
  • Licenciada den Relaciones Internacionales, Universidad de Toronto, 1994 
  • Becaria de Buena Voluntad de La Fundación Rotaria, 1995-1996

El Programa Mundial de Alimentos de la ONU es la mayor organización humanitaria del mundo que trabaja para reducir el hambre y promover la seguridad alimentaria. Opera en más de 120 países y territorios, proporcionando alimentos que salvan vidas en situaciones de emergencia y ayudando a las personas y las comunidades a encontrar soluciones para garantizar que la gente tenga suficientes alimentos. Hasta hace poco, el Programa Mundial de Alimentos solía asistir a hasta 100 millones de personas al año. Pero con el dramático impacto que tuvo la COVID-19 sobre el hambre en todo el mundo, la organización asistió a más de 115 millones de personas en 84 países en 2020 y a 128 millones en 2021.

Mi estancia en Sierra Leona supuso el inicio de una carrera en el Programa Mundial de Alimentos que ha durado 25 años y que me ha llevado a realizar múltiples misiones en todo el mundo. En Sierra Leona y Liberia trabajé para proporcionar ayuda a las personas desplazadas de sus hogares por el conflicto, al tiempo que apoyaba la reconstrucción de sus comunidades. En Nepal, gestioné un proyecto de infraestructura comunitaria rural que mejoró los medios de vida de los habitantes de algunas de las zonas más remotas del país. En Eswatini (Suazilandia cuando la visité), coordiné la respuesta de emergencia a una gran sequía y desarrollé programas para asistir a los niños que quedaban huérfanos o en situación de vulnerabilidad debido al devastador impacto del VIH/SIDA. En Uganda, trabajé para hacer frente a la desnutrición infantil y gestioné programas de apoyo a los refugiados, a pequeñas explotaciones agrícolas y comunidades marginadas. He trabajado en muchos otros países, como Indonesia (tras el tsunami de 2004), Jordania, Kenia y Mauritania. Este año, después de pasar más de seis años en nuestra sede en Roma, donde dirigí un equipo encargado de ayudar a los gobiernos de los países en desarrollo a fortalecer sus sistemas de bienestar social, comencé una nueva misión como representante del Programa Mundial de Alimentos en Perú.

El Programa Mundial de Alimentos es una organización extraordinaria. Para distribuir alimentos y otros tipos de asistencia a las personas que los necesitan, la organización cuenta con 5600 camiones, 30 barcos y casi 100 aviones, y en Nepal incluso utilizamos yaks. También proporciona más de 2000 millones de dólares al año en ayuda en dinero en efectivo para que las personas puedan elegir sus propios alimentos a nivel local.

La carrera de 25 años de Sarah Laughton en el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas incluyó misiones en Nepal y Eswatini (el país antes conocido como Suazilandia).

Cortesía de Sarah Laughton

El Programa Mundial de Alimentos suele ser el primero en llegar a la escena para proporcionar ayuda alimentaria en guerras y conflictos civiles, sequías, inundaciones, terremotos, huracanes y pérdidas de cosechas. Dos tercios de nuestro trabajo se realizan en países afectados por conflictos, donde la población tiene tres veces más probabilidades de estar desnutrida que la que vive en países sin conflictos. Por sus esfuerzos en la lucha contra el hambre, por su contribución a la mejora de las condiciones para la paz en las zonas afectadas por los conflictos, y por actuar como fuerza motriz para evitar el uso del hambre como arma de guerra, el Programa Mundial de Alimentos fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2020.

Cuando se anunció el premio me sentí muy orgullosa. Pensé en todas las personas que conozco que se han esforzado con dedicación y a menudo con gran riesgo personal para ayudar a otras personas. Uno de mis colegas favoritos nunca había vivido ni trabajado en un país que no estuviera en guerra. (Su experiencia le hizo no tener miedo a la hora de enfrentarse a una milicia impulsada por las drogas). Otro colega pasó cinco años viviendo en una tienda de campaña en las aldeas de Sudán del Sur. Pero lo que más me conmovió del premio fue que puso en el centro de atención mundial a personas cuyas luchas y sufrimientos a menudo se pasan por alto y que merecen ser vistas.

El Programa Mundial de Alimentos permite a esas personas mejorar sus vidas, al igual que Rotary me lo permitió a mí. Al igual que gran parte de lo que hace Rotary, esos programas, esos regalos que me permitieron llegar a ser quien soy, son inversiones esenciales para las personas. Hasta el día de hoy, sigo estando agradecida a Rotary, y en particular al Club Rotario de St. Catharines, por el apoyo que me brindó no solo a mí sino a tantos otros estudiantes y becarios igualmente motivados para contribuir a mejorar la vida de los demás.

Infórmate sobre el Grupo de Acción de Rotary de Producción Alimentaria Vegetal Sostenible, el cual dedica sus actividades a acabar con la malnutrición.