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Como en casa en un país de adopción

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San Miguel de Allende, situada en el altiplano central de México, ha sido un imán para turistas y expatriados desde que artistas estadounidenses empezaron a acudir en masa en la década de 1930. Las calles empedradas salpicadas de casas de colores, la arquitectura colonial y las tradiciones de los artesanos locales les atrajeron. Bajo el hechizo de la ciudad, muchos nunca se fueron. 

Junto con los residentes más antiguos, los recién llegados ayudaron a establecer la ciudad como centro artístico internacional. Esto revitalizó un lugar que un siglo antes había caído en declive con la disminución de la producción de las cercanas minas de plata que habían sido fuente de riqueza durante siglos de dominio español. La ciudad, fundada en el siglo XVI, está reconocida como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

En 2005, un puñado de expatriados fundó el Club Rotario de San Miguel de Allende-Midday para dedicar su tiempo y recursos a proyectos de servicio, continuando así una larga tradición de colaboración de los recién llegados con organizaciones locales sin ánimo de lucro. «Desde el principio, no hemos dedicado a emprender proyectos, proyectos, proyectos», dice Gary Peterson, socio desde hace mucho tiempo y californiano de nacimiento. «Nuestro enfoque siempre ha estado en los proyectos y el compañerismo». 

En muchos sentidos, el grupo es como otros clubes rotarios fundados por personas que se trasladaron a otros países para trabajar o jubilarse, como Bocas del Toro en Panamá, Chiang Mai International en Tailandia y Tokio Hiroo en Japón. Estos clubes brindan a los expatriados la oportunidad de seguir prestando servicio en Rotary utilizando su propio idioma mientras se adaptan a sus nuevas comunidades. El club San Miguel de Allende-Midday también ha sido un puente particularmente eficaz para que los recién llegados establezcan conexiones más profundas a través de la amistad y el servicio con su comunidad adoptiva y viceversa.

Socios del Club Rotario de San Miguel de Allende-Midday (de izquierda a derecha): José De Anda Pérez, Carla Cadena, Joe Ruffino, Andrea Spessard y Lee Carter. El club sirve como centro de intercambio cultural.

Rodrigo Cruz

Uno de sus proyectos más antiguos consiste en trabajar junto a organizaciones locales como el Centro de Desarrollo Agropecuario (CEDESA). Juntos, forman colectivos con mujeres líderes en comunidades rurales y las capacitan para construir y administrar cisternas de agua potable. «Conectarnos con organizaciones como CEDESA, nos permitió demostrar el valor de por qué hacemos lo que hacemos», dice el presidente del club, Joe Ruffino, quien se mudó a San Miguel en 2017 desde el norte del estado de Nueva York y compró una pequeña pizzería.

Cómo escapar de la burbuja de los expatriados

Trabajar con la comunidad local es una parte importante de cualquier proyecto de servicio de Rotary, pero es especialmente importante para un club internacional de expatriados. Como vicepresidenta de servicio a la comunidad del Club Rotario de San Miguel de Allende-Midday, Andrea Spessard se conecta con los socios en cada reunión para saber cómo quieren participar. El club se ha organizado en torno a equipos asignados a los proyectos en lugar de comités y alienta a todos los socios a participar en un proyecto. Compartió estos consejos adicionales para involucrar a la comunidad local: 

  • Comienza con una evaluación. «Queremos asegurarnos de comprender cuál es la necesidad de la comunidad y no solo nuestra perspectiva», señala Spessard.
  • Colabora con las organizaciones locales. El Club de San Miguel de Allende-Midday se asocia con algunas de las más de 100 organizaciones no gubernamentales de la zona. Eso ayuda al club a aprovechar los conocimiento y credibilidad locales.
  • Involucra a los líderes de la comunidad. El área metropolitana de San Miguel incluye alrededor de 500 comunidades rurales. En su proyecto de cisternas, el club proporciona fondos, recursos y capacitación, pero las comunidades construyen las cisternas ellas mismas. «Tienen el orgullo de ser propietarios y aprenden a mantenerlos», afirma Spessard.
  • Mantente conectado. Las cisternas de recolección de agua de lluvia están hechas de hormigón y cubiertas con pintura impermeable. «Cada cierto tiempo hay que volver a pintarlas, explica Spessard, «y eso también lo convertimos en un proyecto de Rotary».

Lee Carter, expresidente inmediato, está de acuerdo. «Al principio, nos dimos cuenta de que no teníamos credibilidad en las comunidades rurales y que salir a trabajar allí sería ridículo», dice Carter, quien vive en San Miguel desde hace más de 30 años. «CEDESA trabaja directamente en las comunidades. Están en primera línea». 

Junto con el servicio, los socios del club han formado amistades más allá de la comunidad de expatriados que de otra manera no tendrían. «Gracias a los proyectos de suministro de agua, tuvimos el gran placer de conocer y trabajar al lado de estas increíbles mujeres», dice Carter. «He sido amigo de muchas de ellas durante más de 10 años. Son estas amistades las que me mantienen involucrado». 

Pero a pesar de todo eso, hasta hace poco, faltaba algo. El club estaba formado predominantemente por expatriados varones. Al comienzo de su año presidencial 2022-2023, Carter se propuso captar a más mujeres, jóvenes y residentes nativos. Como resultado, la membresía del club casi se ha duplicado desde entonces. Ahora, más de un tercio de sus 48 socios son mujeres, y ocho son mexicanos bilingües, incluidos varios adultos jóvenes. 

«Ha sido increíble», dice José De Anda Pérez, uno de esos jóvenes adultos, socio con doble membresía del Club Rotario y del Club Rotaract de San Miguel de Allende. «Trabajar con ambos me ha abierto la mente a crear oportunidades para ayudar a la comunidad. Quiero aprender a planificar proyectos y llevar ese conocimiento a mi club Rotaract». 

Los esfuerzos del club por empoderar a las mujeres y las niñas también le han ayudado a diversificar su membresía. El club se asoció con la organización internacional Days for Girls (Días para las niñas)para proporcionar productos menstruales lavables a más de 1700 niñas de quinto y sexto grado. Y el club trabaja con Niñas Sabias para educar a las niñas sobre la salud menstrual y capacitarlas para que comprendan su valor y potencial. «Creo que este proyecto, más que cualquier otra cosa, ha abierto los ojos de la gente al hecho de que Rotary es más de lo que pensaban», dice Carter.  

Andrea Spessard, quien dirige los equipos de proyectos de servicio del club, ha visto los resultados de primera mano. El pasado mes de junio fue invitada a asistir a la ceremonia de graduación de sexto curso de una niña del programa que al principio se mostró reacia a pasar a secundaria. «Gracias a nuestro programa, se empoderó, aprendió lo importante que es la educación y desarrolló una conexión con un maestro que creyó en ella y la alentó a permanecer en la escuela».  

El club también apoya una escuela para personas con discapacidades auditivas. Una subvención global inicial ayudó a ampliar la capacidad de la escuela, que imparte educación y formación profesional en oficios como carpintería, costura y cocina. Una nueva subvención global financia un equipo de capacitación profesional que incluye docentes del National Technical Institute for the Deaf (Instituto Técnico Nacional para Sordos) en Rochester, Nueva York, para proporcionar capacitación a docentes en San Miguel y sus alrededores. «Alrededor de 60 jóvenes han pasado por la escuela», explica el socio del club John Doherty, quien ayudó a establecer la escuela. «Hemos tenido niños que venían acobardados. Ahora son niños de 10 u 11 años totalmente comprometidos.» 

El club también celebra un «mix and mingle» todos los lunes por la noche con el club Rotaract y el club rotario hispanohablante de la ciudad para entablar amistades y practicar el idioma. Es una de las formas en que el club se ha convertido en un centro de intercambio cultural. «Hay mucha gente que viene a la reunión de visita o invitados», dice Ruffino. «Es posible que no quieran unirse a Rotary, pero solo vienen a aprender».”

Este artículo fue publicado originalmente en la edición de enero de 2024 de la revista Rotary.

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