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Cómo alimentar a un planeta caliente y hambriento

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La resistencia e innovación de agricultores y ganaderos puede ser clave para reducir la inseguridad alimentaria en el mundo

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Hace diez años, cuando empecé a investigar y escribir sobre el sistema alimentario mundial y cómo respondía a las crecientes amenazas del cambio climático, me intrigó de qué hablaba la gente. Todos parecían un poco asustados. La preocupación por la seguridad alimentaria estaba en la boca de todos.  

Los productores de trigo y arroz de todo el mundo me hablaron de su incapacidad para dormir durante semanas mientras experimentaban nuevas prácticas de siembra que pudieran ayudar a sus cultivos a soportar mejor las lluvias torrenciales. Ganaderos de Minnesota vendieron en verano, con pérdidas, su ganado demasiado joven para el mercado, con el fin de evitar muertes relacionadas con el calor. Dirigidos por Susan McCouch, fisiólogos vegetales de la Universidad de Cornell intentaban aumentar el rendimiento de los cultivos mediante el cruce de cepas modernas de arroz con sus antepasados silvestres que a veces crecen en medio de los cultivos de agricultores en Asia y África. Investigadores del maíz de Iowa medían las pérdidas de granos causadas por las altas temperaturas nocturnas durante la fase de desarrollo de las mazorcas. Expertos en política agrícola cambiaban el rumbo de los derechos sobre la tierra, la equidad y las leyes de educación para las mujeres en los países en desarrollo, donde las mujeres son las principales productoras. Equipos científicos explicaron la urgencia de llevar a cabo grandes cambios en los sistemas alimentarios para evitar desastres.  

En la década transcurrida desde que comencé a explorar la seguridad alimentaria en todo el mundo, el impacto del clima en las cadenas de suministro de alimentos ha aumentado y mi perspectiva ha cambiado. A medida que comenzamos a comprender mejor lo que está en juego, noté que las personas que trabajan en este ámbito están menos nerviosas, se muestran más serias y enfocadas en la innovación y los cambios necesarios para la producción de alimentos. La agricultura está cambiando en medio de la crisis climática, y este cambio es de gran alcance. 

A medida que el cambio climático aumenta la intensidad del calor, las sequías, las lluvias torrenciales y otros fenómenos meteorológicos extremos que afectan a la producción mundial de alimentos, nuestra capacidad para integrar ideas que aumenten la resiliencia a nivel regional y en todo el sistema podría servir de palanca para generar un cambio positivo. El objetivo en muchas áreas es mantener el rendimiento de los cultivos a pesar de estas condiciones adversas y, al mismo tiempo, no contribuir a mayores emisiones de gases de efecto invernadero que impulsan el cambio climático. 

Caldas (Colombia) - Ganaderos colombianos crían ganado mediante prácticas agroforestales mixtas que restauran los bosques y frenan la erosión.

Fotografía: Getty Images

Tomemos, por ejemplo, las prácticas agrícolas regenerativas que vi durante una visita a Meta, un departamento en el centro de Colombia. Más allá de las colinas del pueblo de Lejanías, se extienden bosques oscuros que llegan hasta las faldas de los Andes para encontrarse con los cielos cubiertos de niebla. En un día nublado de mayo, poco más que hierba gruesa cubría la Finca Costa Rica, una granja familiar de 32,3 hectáreas situada en lo alto de una ladera antes boscosa. Los surcos cortados por las fuertes lluvias dejaron la colina ondulada con profundos canales que hacían tropezar al ganado.  

Pero cuando miré más de cerca, vi setos plantados con arbustos frondosos, árboles jóvenes y botón de oro, o girasol mexicano. Se trata de una iniciativa orientada a restaurar el bosque en la colina y ralentizar la erosión del suelo mientras se cultivaba forraje para el ganado sin fertilizantes químicos. Vería este cambio en otras partes de mis viajes, ya que las familias de agricultores que una vez despejaron los bosques para el pastoreo ahora plantan árboles, plantas y arbustos nativos mientras encierran a sus vacas lecheras y practican el pastoreo rotativo. De esta manera, los agricultores pueden asegurarse de que su ganado cuente con alimentos nutritivos, incluso a medida que aumentan la cobertura arbórea, protegen el medioambiente, atraen a las aves y otras especies para aumentar la biodiversidad.  

A primera vista, este enfoque de la agricultura regenerativa puede parecer paradójico. La hierba áspera aparece en primer plano mientras que arbustos y árboles perennes recién plantados salpican el fondo. Pero el popurrí es un sistema cuidadosamente diseñado a partir de la ciencia de las plantas, la investigación agroforestal, la economía agrícola y las prácticas de cría de animales. Hoy, gracias a un proyecto financiado por el Banco Mundial y otras organizaciones, más de 680 ganaderos en Meta y 4100 ganaderos en toda Colombia, crían ganado utilizando prácticas agroforestales mixtas, lo que promueve la seguridad alimentaria regional, protege a los animales y defienden el paisaje de los efectos del cambio climático, al tiempo que aumenta los ingresos en un 30 por ciento.

«He oído decir que todos estamos a tres comidas perdidas de experimentar inseguridad alimentaria.»

Un pastizal en una ladera de Colombia que está adoptando nuevos cultivos regenerativos para apoyar la producción lechera puede parecerse poco a lo que cabría esperar encontrarse en una granja típica. Pero un número creciente de productores de alimentos en todo el mundo están siguiendo un camino similar, ya que, frente al cambio climático, buscan formas de aumentar la seguridad alimentaria.  

Tomemos el caso de Joginder Singh, cuya granja visité en Punjab, en el norte de la India. Singh ha adoptado una serie de prácticas sostenibles para responder al cambio climático. Cultiva una rotación de trigo y arroz y utiliza tractores guiados por láser para aplanar sus campos con precisión. Las aplicaciones digitales le dicen cuándo aplicar fertilizantes y cuándo regar, y ha reducido la cantidad de fertilizantes y agua que usa incluso al tiempo que aumenta el rendimiento de los cultivos. Antes de la siembra y durante toda la temporada, Singh monitorea de cerca los pronósticos meteorológicos emitidos por correo de voz para determinar cuándo llegarán las lluvias monzónicas. El cambio climático ha hecho que el marco de tiempo durante el cual podrían llegar sea cada vez más variable. 

Singh ha tomado otras medidas para hacer frente a las lluvias torrenciales. Hace unos años, un tercio de las precipitaciones totales que normalmente recibe la región en toda una temporada cayó en el transcurso de unos pocos días. Muchos campos se encharcaron porque el suelo no pudo absorber tanta agua. Pero debido a que Singh no quemó los restos de la cosecha de trigo del año anterior, algo que los agricultores suelen hacer mientras se preparan para plantar la cosecha de una nueva temporada, el suelo de la granja de Singh contenía más materia orgánica. Pudo absorber el agua y su cosecha sobrevivió. 

«Estuve preocupado durante un mes hasta que vi brotar el arroz», dijo Singh. «No fue hasta después de las fuertes lluvias que supe que el sistema funcionaría».

Punjab, (India) - Los agricultores de la India, uno de los mayores productores de trigo del mundo, se están adaptando a las lluvias monzónicas cada vez más erráticas con una serie de prácticas sostenibles.

Saqib Majeed/AP images

A pesar de este tipo de iniciativas con gran capacidad de innovación, la inseguridad alimentaria mundial ha aumentado rápidamente, con factores clave como el cambio climático, los conflictos violentos y el aumento del coste de la vida. En 2022, casi el 30 % de la población mundial -unas 2400 millones de personas- padecía inseguridad alimentaria moderada o grave, mientras que hasta el 9,8 % de la población mundial -unos 783 millones de personas- padecía hambre de forma regular. La comida era demasiado costosa, no estaba disponible o se echaba a perder antes de que la gente pudiera comerla o procesarla para su consumo. 

A nivel regional, las disparidades son sustanciales. En África, el 19,7 por ciento de la población padece hambre, en comparación con el 8,5 por ciento en Asia, el 7 por ciento en Oceanía, el 6,5 por ciento en América Latina y el Caribe, y menos del 2,5 por ciento en América del Norte y Europa. Las proyecciones indican que la situación solo empeorará en los próximos años. Un estudio publicado en la revista Nature Climate Change estima que, a nivel mundial, el cambio climático redujo la productividad de las tierras agrícolas en un 21 por ciento desde 1961, mientras que las pérdidas de ganado oscilaron entre el 20 y el 60 por ciento durante las graves sequías de las últimas décadas. Además, estos cambios dramáticos tienen el potencial de causar una inestabilidad generalizada y estimular migraciones masivas. 

Para agravar aún más la situación, los precios mundiales de los alimentos alcanzaron un máximo histórico en 2022, ya que el costo del combustible aumentó en un 86 por ciento y el costo de los fertilizantes en un 35 por ciento entre 2019 y marzo de 2022. Los problemas de producción llegan en un momento en que más de 40 millones de personas están al borde de la hambruna. Según el Programa Mundial de Alimentos,el número de personas que se enfrentan a altos niveles de inseguridad alimentaria es ahora más del doble de lo que era a principios de 2020.  

He oído decir que estamos a unas tres comidas perdidas de sufrir inseguridad alimentaria, es decir, de no disponer de alimentos suficientes o de calidad adecuada. Como dice la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, la seguridad alimentaria existe cuando toda una población tiene en todo momento «acceso físico y económico a alimentos suficientes, seguros y nutritivos que satisfagan sus necesidades dietéticas y preferencias alimentarias para una vida activa y saludable». 

Como se vio en el mundo durante la pandemia de COVID-19, el comercio internacional desempeña un papel importante en la seguridad alimentaria. «La importancia del comercio mundial para la seguridad alimentaria básica es enorme», explica Jason Clay, vicepresidente senior de mercados del Fondo Mundial para la Naturaleza. «Ayuda a llenar las lagunas existentes en el sistema alimentario mundial».  

En 1980, dice Clay, el 6 por ciento de los alimentos mundiales se comercializaban a través de las fronteras internacionales; en 2000, la cantidad era del 15 por ciento, y en 2020, era del 30 por ciento. Hoy, solo 15 países de todo el mundo son responsables del 80 por ciento de las exportaciones mundiales de alimentos. 

En el caso de los cereales y las semillas oleaginosas, la base de lo que come el mundo, el número de países de los que dependemos es aún menor, añade Clay: Ocho países -Argentina, Australia, Brasil, Canadá, Francia, Rusia, Ucrania y Estados Unidos- proporcionan del 70 al 90 por ciento de esas exportaciones.  

«No dependemos de un gran número de países», reitera Clay. «Cuando hay un conflicto entre Rusia y Ucrania, y mientras otros países experimentan descensos de producción relacionados con el clima, tenemos suficiente para mantener el sistema, pero a duras penas». 

El margen «a duras penas" no podría ser más evidente. En julio, Rusia se retiró de la Iniciativa de Cereales del Mar Negro, que había permitido los envíos de cereales desde Ucrania y había ayudado a calmar los volátiles mercados de materias primas. Parte de los cereales se destinaron a los países que más lo necesitan para el consumo de alimentos, incluidos los del norte de África, el sur de Asia, el África subsahariana y el Medio Oriente. Pero gran parte se ha vendido en los mercados mundiales a naciones como China y España para alimentar a los animales. Los analistas indicaron que un fracaso en la reactivación del acuerdo sobre cereales podría sumir a los consumidores de los países dependientes en la escasez de alimentos, reavivar las subidas de precios y aumentar la volatilidad de los mercados. 

Ante todo esto, producir alimentos asequibles y al alcance de todos nunca ha sido tan necesario como ahora, y nunca ha sido tan arriesgado. Como un importante impulsor del cambio climático, ya que representa alrededor de un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero causadas por el hombre y más de dos tercios del uso de agua dulce en todo el mundo, la producción de alimentos también está bajo un creciente escrutinio. Si bien nuestros sistemas alimentarios son frágiles y están bajo estrés, también necesitan rehacerse para hacer frente a las demandas de nuestro planeta más caliente y hambriento.

«Producir alimentos asequibles y al alcance de todos nunca ha sido tan necesario como ahora, y nunca ha sido tan arriesgado.»

En ninguna parte ese tipo de cambios son más esenciales que en el mayor exportador mundial de productos agrícolas: Estados Unidos, donde, a pesar de esta abundancia, 34 millones de personas viven en hogares que experimentan inseguridad alimentaria. 

Tampoco los agricultores y ganaderos estadounidenses han sido inmunes al impacto del cambio climático. Por ejemplo, en 2022, miles de reses en Kansas murieron durante una ola de calor. En Texas persistieron este año olas de calor y sequías históricas, y gran parte del estado se encontraba bajo condiciones de sequía entre severas y excepcionales, según el U.S. Drought Monitor. Los ganaderos destetaban a los terneros temprano, sacrificaban sus rebaños y vendían su ganado joven debido al aumento de los costos de importación de heno y agua. Y los agricultores estadounidenses de trigo de invierno abandonaron la superficie cultivada debido a la mayor sequía registrada desde 1917. 

PPensilvania (EE. UU.) - En Estados Unidos, los agricultores utilizan métodos climáticamente inteligentes, como los cultivos de cobertura, la siembra directa y la gestión de nutrientes. Los programas de incentivos fomentan su adopción.

Christopher Dolan/AP images

Afortunadamente, el enfoque en la agricultura climáticamente inteligente también ha llegado a Estados Unidos. Se basa en el antiguo deseo de los agricultores y ganaderos de adaptarse a las condiciones, y es un sistema que se está extendiendo. Los agricultores adoptan prácticas regenerativas para aumentar la resiliencia al nuevo régimen de clima cálido, seco, extremo e impredecible que conlleva el cambio climático. Eso incluye cambios en la producción para crear centros regionales de alimentos. 

El Departamento de Agricultura de EE. UU. dedica más de 3000 millones de dólares a inversiones climáticamente inteligentes para llegar a 60 000 granjas. En total, esto abarcará aproximadamente 10 millones de hectáreas que participarán en prácticas de producción resilientes al clima, como los cultivos de cobertura, la siembra directa y la gestión de nutrientes, así como proyectos de pastos y bosques. Las estimaciones indican que estas prácticas climáticamente inteligentes secuestrarán dióxido de carbono en una cantidad equivalente a retirar de la carretera 12 millones de vehículos de pasajeros impulsados por gasolina durante un año. Otros actores principales en la inversión en agricultura regenerativa incluyen Walmart y el Bezos Earth Fund, que ha dedicado mil millones de dólares a transformar la agricultura y los sistemas alimentarios a nivel mundial. 

Este es solo un ejemplo de los cambios que se están produciendo en Estados Unidos. California es una potencia en la producción de frutas, verduras y nueces. El estado produce un tercio de las verduras de los Estados Unidos y dos tercios de las frutas y nueces. Es el principal productor de docenas de productos agrícolas y produce al menos el 99 por ciento de las almendras, alcachofas, apio, ajo, melocotón, kiwi, nectarinas, aceitunas, melocotones, pistachos, ciruelas, pasas y nueces del país. También es propenso a la sequía a largo plazo y cuenta con un acceso limitado al agua.  

Está surgiendo un nuevo centro agrícola en la región del delta medio del Misisipi para recibir el relevo de California y reforzar el suministro estadounidense de frutas y verduras. El este de Arkansas, el oeste de Tennessee, el sureste de Missouri y el noroeste de Mississippi conforman una región que compite por el papel de «la próxima California» y cuenta aproximadamente con la misma cantidad de tierras de cultivo cultivadas. Ampliar la cadena de suministro de alimentos de EE. UU. con granjas más productivas fuera de California podría significar que cuando ocurra un choque climático, no interrumpirá tan gravemente todo el suministro de alimentos.


La investigación apunta a la necesidad de que el sistema global continúe cambiando para satisfacer la demanda mundial de alimentos. Con un enfoque reflexivo y basado en la ciencia, los cambios en el lugar donde se producen los cultivos servirán como laboratorio vivo durante las próximas décadas, proporcionando lecciones para la adaptación de los cultivos en otros lugares.  

Los ganaderos en América Latina, como se mencionó, aumentaron la producción lechera al plantar lo que parecían bosques y jardines perennes arbustivos para su ganado. Después de usar técnicas de siembra regenerativa, los cultivadores de arroz en la India estiraron sus brazos para señalar la diferencia de altura de 30 centímetros en sus plantas de arroz en comparación con las de sus vecinos. Walmart ha adquirido atún de un proveedor en las Islas Marshall que utiliza prácticas sostenibles. Los cultivadores de semillas de soja de Iowa han utilizado robótica avanzada y tecnología de precisión para controlar la humedad, regar de forma inteligente, conducir tractores de forma autónoma y utilizar drones y satélites para utilizar con eficiencia los recursos. Productores de lechuga establecieron centros de cultivo dentro de almacenes eficientes en las afueras de las ciudades de la costa este.  

A medida que nos enfrentamos a un futuro incierto, alimentar a los residentes de nuestro planeta cada vez más caliente y hambriento dependerá de continuar con este tipo de cambios y adaptaciones. Averiguar dónde la sociedad puede cultivar más alimentos de manera sostenible y cómo las personas podrían efectuar ese tipo de cambio estará vinculado a la seguridad nacional, la salud pública y nuestros sistemas económicos. En la década que llevo informando sobre este tema esencial, solo me he vuelto más consciente de las amenazas que plantean el calentamiento global y el hambre en el mundo. 

Pero a medida que he visto los cambios que han tenido lugar durante esos 10 años, también me he vuelto más segura de que poseemos la inteligencia, los recursos y la voluntad de encontrar soluciones a la inseguridad alimentaria para garantizar que la humanidad no solo perdure, sino que prospere.

La autora de Hot, Hungry Planet: The Fight to Stop a Global Food Crisis in the Face of Climate Change, Lisa Palmer es profesora de investigación en la Universidad George Washington, donde es editora sénior y líder de educación en Planet Forward, la comunidad de narración ambiental multimedia de la universidad.

Este artículo fue publicado originalmente en el número de diciembre de 2023 de la revista Rotary.

El Grupo de Acción de Rotary de Sostenibilidad Ambiental puede compartir estrategias prácticas para construir sistemas alimentarios sostenibles.