Procedentes de países y culturas muy diferentes, los primeros becarios del Centro de Rotary pro Paz de Estambul se unen en torno a un objetivo común
Los nuevos becarios pro paz se encontraron en la Bahçeşehir University de Estambul, al cual legaron desde países situados a miles de kilómetros de distancia: Bulgaria, Egipto, Jordania, Kenia y más allá. Pero no perdieron tiempo en averiguar qué tenían en común.
«¿En qué otro lugar de la Tierra me habría encontrado con un participante israelí y me habría sentado a hablar, debatir y reír juntos?», se pregunta Suaad Abdo, una becaria yemení que ahora vive en Alemania. «Tener opiniones diferentes puede enriquecer nuestros debates y ampliar nuestros horizontes».
Abdo es una de los 13 becarios pro paz de la primera promoción del recién inaugurado Centro de Rotary pro Paz Otto y Fran Walter de Bahçeşehir. A lo largo de su programa de certificación de desarrollo profesional de un año de duración, que comenzó en febrero, los becarios están aprendiendo la teoría y la práctica de la paz sostenible, la resolución de conflictos y la diplomacia. Después de 10 semanas estudiando juntos en el centro, volvieron a sus países para llevar a cabo las iniciativas de cambio social que habían diseñado.
Los 13 becarios pro paz de la primera promoción del nuevo Centro de Rotary pro Paz de Estambul tienen prioridades similares, que van desde el apoyo a los inmigrantes hasta el empoderamiento de las mujeres.
Se trata de un grupo de becarios muy diverso, pero con prioridades en común: proteger a los niños, empoderar a las mujeres y, la preocupación más común, apoyar a las poblaciones migrantes. La proximidad a un conflicto armado es otra realidad que comparten, lo que hace que su estadía en Estambul sea mucho más que un período de estudios aislado.
«O bien proceden de países propensos a los conflictos, o bien de otros países que van a verse afectados como consecuencia de los conflictos en la región de Oriente Medio y el Norte de África», afirma Yüksel Alper Ecevit, director ejecutivo del centro. «Los proyectos que están diseñando nuestros becarios en sus respectivas áreas de especialización van a ser muy importantes para la resolución de conflictos por medios pacíficos».
Suat Baysan, coordinador del área anfitriona de Rotary para el programa, conoció a los becarios durante una visita de campo a la zona afectada por los terremotos de Turquía y Siria de 2023, y un concierto con música de los países de origen de los becarios. Le impresionó su determinación por reclutar aliados que pudieran maximizar su impacto.
«Tal vez un pacifista por si solo no pueda hacer nada por su cuenta. Pero, si puede convencer a los gobiernos y a las organizaciones civiles para que se involucren, puede poner en marcha pequeñas iniciativas que luego pueden crecer», afirma. «Esto es lo que todos pensaban: ‘Sí, soy una sola persona, pero puedo generar un gran cambio’».
Nos pusimos al día con cinco de los becarios pro paz para conocer sus vidas, sus iniciativas de cambio social y sus esperanzas para el futuro.
Suaad Abdo, Yemen
Suaad Abdo relacionó por primera vez la educación con los derechos de la mujer cuando era estudiante universitaria. Una niña de su barrio en Saná, capital de Yemen, quería ir a la universidad, pero sus tutores se negaron a permitirlo.
«Eso me hizo pensar. Me di cuenta de que mi forma de vivir —la forma en que me educaron mis padres— no era la misma para todo el mundo. La sociedad en la que vivía tenía otra realidad», afirma Abdo, de 43 años.
Por eso, no es de extrañar que Abdo le haya dado prioridad a la educación en su propia vida. Estudió en Alemania, Etiopía y Malasia, y posee dos títulos superiores: un MBA y un máster en políticas públicas con especialización en estudio y gestión de conflictos. La violencia de la que fue testigo en su país durante las revueltas de la Primavera Árabe a principios de la década de 2010 le inspiró esta última idea. No participó en las manifestaciones prodemocráticas que fueron blanco de personas armadas leales al gobierno, pero sintió el peligro mientras animaba a su vecindario, sobre todo a las mujeres, a votar en las elecciones que se celebraron a continuación.
La experiencia la dejó con nuevas preguntas. «Quería entender qué significa la democracia», expresa. «Cuando se produce un conflicto, ¿qué tipo de toma de decisiones hay detrás?».
Abdo obtuvo una beca para estudiar en Alemania y pensaba quedarse solo el tiempo suficiente para completar su máster. Pero, mientras ella estaba allí, Yemen volvía a estar sumido en la violencia política, ya que los rebeldes hutíes del país tomaron el control de la capital en 2014. Se quedó, aprendió a hablar alemán y llegó a considerar Alemania como su hogar.
Suaad Abdo (en primer plano) posa con los participantes en un taller de informática para inmigrantes en Alemania que organizó como parte de su iniciativa de cambio social. Cortesía de Suaad Abdo
Abdo buscó trabajo ayudando a la gran cantidad de inmigrantes que llegaban a Alemania a mediados de la década de 2010. Después de trabajar como traductora voluntaria en un centro de acogida gubernamental y en una organización no gubernamental que atendía a menores inmigrantes, pasó a dirigir un equipo en la Organización Internacional para las Migraciones que ayudaba a los migrantes que regresaban a su país de origen.
Abdo une sus dos áreas de interés, democracia y migración, en su iniciativa de cambio social para forjar relaciones entre mujeres migrantes y alemanas que actúen como mentoras. Las mujeres inmigrantes aprenden los aspectos básicos del alemán, además de informática y finanzas. Las alemanas aprenden las historias de los inmigrantes.
«Quería crear un espacio donde pudieran hacer preguntas incómodas como: “Llevas un pañuelo en la cabeza. ¿Qué significa eso para ti?”», explica Abdo. Rápidamente, descubrió que se inclinaban por hablar de lo que tenían en común.
«Las mujeres son mujeres en todas partes, vengan de donde vengan», afirma. «Hablan de la familia, de los hijos, del amor, de la profesión. Estas cuestiones son universales».
Conoce a los demás becarios pro paz de Bahçesehir
Musferah Mehfooz, Pakistán: participación de los líderes religiosos en el cambio social y abordaje de la violencia de género provocada por el clima.
Jenna-Lee Strugnell, Sudáfrica: construcción de la paz en Somalia mediante la formación en redes sociales y facilitación del diálogo digital.
Md Harun Or Rashid, Bangladés: empoderamiento de los jóvenes mediante la educación para la paz, el servicio a la comunidad y la capacitación de líderes.
Nasreen Memon, Pakistán: aumento del acceso a una educación y tutoría de calidad para jóvenes y niñas con soluciones comunitarias que permitan terminar con el matrimonio infantil.
Mohamud Ahmed, Somalia: fomento de la cohesión social entre los jóvenes afectados por conflictos mediante el diálogo comunitario, el apoyo educativo y psicosocial, y la capacitación para la construcción de la paz.
Gabriel Bell, EE. UU./Israel: movilización de recursos y alianzas para atender a los niños vulnerables de la calle en Senegal.
Karla Jordan-Youns, Estados Unidos: facilitación de talleres de aptitudes para la paz y diálogo estructurado para jóvenes y familias en el Irak posconflicto.
Havva Şeyda Bodur, Turquía: ayuda a las mujeres de Siria y de la región de Medio Oriente y Norte de África a incorporarse al mercado laboral.
Morad al-Qadi, Jordania
Morad al-Qadi cultiva la paz ayudando a las personas a prosperar. Siempre trata de despertar un potencial sin explotar, ya sea ayudando a grupos comunitarios a redactar subvenciones o reuniendo a refugiados y dirigentes locales en una cena. Incluso ha montado producciones teatrales interactivas que convierten al público en parte del espectáculo, para demostrar que nadie debe quedarse afuera.
Para su iniciativa de cambio social, Morad al-Qadi utiliza la capacitación en alfabetización mediática para hacer frente a la incitación al odio, la información errónea y la desinformación.
«No soy actor profesional, pero participé en cinco obras interactivas que promovían la paz. Presentábamos una historia y luego le preguntábamos a alguien del público: “Si estuvieras en mi lugar, ¿qué harías?”», afirma al-Qadi, de 37 años. «Después, le preguntábamos al público: “¿Qué les parece lo que hicieron? ¿Podrían sugerirnos otra solución?”. Y la gente empezaba a encontrar mejores soluciones para resolver pacíficamente el conflicto».
Para su iniciativa de cambio social, al-Qadi está capacitando a 10 jóvenes periodistas para que perfeccionen sus conocimientos sobre los medios. Luego planea ofrecerles orientación en el desarrollo de una campaña de concientización en línea y otras herramientas para educar al público sobre la alfabetización mediática.
«Esta campaña de concientización puede promoverse ampliamente en Jordania, abordando la incitación al odio, la información errónea, la desinformación y las noticias falsas», afirma. «Le mostrará a la gente cómo estos problemas afectan la cohesión y estabilidad sociales».
En su trabajo anterior, al-Qadi abordó un tema de importancia para muchas otras personas becarias de paz: los disturbios en respuesta a la afluencia de inmigrantes. En Jordania, ha ayudado a personas que huían de la guerra civil en la vecina Siria. Uno de sus proyectos más importantes fue enseñarles resolución de conflictos a más de 100 líderes comunitarios y agentes de policía de Jordania. Todos los líderes habían tenido que afrontar una escalada de tensiones. Antes de que llegara al-Qadi, solían llamar a la policía.
«La policía decía: “Bueno, ¿qué hacemos? Que regresen a su país”. Esa era casi siempre la decisión: si hay una persona de Siria implicada en un conflicto con una de Jordania, basta con devolver a la de Siria a su país», afirma al-Qadi. «Era como enviarlas a la muerte».
Al-Qadi también ha viajado a Turquía para una iniciativa que ayudó a las organizaciones comunitarias sirias a funcionar con mayor eficacia. Le enseñó a ocho pequeñas organizaciones a solicitar financiación, elaborar planes a largo plazo y organizar actividades de construcción de la paz. Uno de estos proyectos, «Arts for Peace» (Arte para la paz), reunió a músicos árabes y kurdos. Cada grupo de músicos le enseñó al otro a tocar instrumentos tradicionales, y el proyecto concluyó con un concierto conjunto.
Incluso mientras presenciaba momentos inspiradores como este, al-Qadi buscaba enseñar una lección fundamental e incómoda.
Para su iniciativa de cambio social, Morad al-Qadi utiliza la capacitación en alfabetización mediática para hacer frente a la incitación al odio, la información errónea y la desinformación.
«Por desgracia, la mayoría de estas organizaciones piensan que, con una intervención, lograrán la paz, lo cual no es cierto», afirma. «Tienen que entender que la paz sostenible no es un proceso a corto plazo. Es continuo».
Shee Kupi Shee, Kenia
Como hijo de madre keniana y padre somalí, Shee está comprometido a ayudar a las personas refugiadas a integrarse en la sociedad keniana.
Shee Kupi Shee supo desde niño que quería ayudar a los refugiados. Incluso se podría decir que lo lleva en la sangre. En Kenia, las comunidades fronterizas como Kiunga, la ciudad natal de Shee, llevan mucho tiempo viendo afluencia de somalíes que buscan alivio del conflicto y de la escasez de alimentos provocada por la sequía. Como hijo de una madre keniana y un padre somalí, Shee se identificaba con los residentes nativos y los refugiados. Pudo ver de cerca las dificultades a las que se enfrentaban los migrantes.
«A los 5 años, vi cómo trataban a mi tía como a una refugiada», cuenta Shee, de 40 años. «No se le permitía mezclarse con nosotros. No se le permitía hablar con nosotros. Estaba confinada en un campo cerca de la frontera. Una vez, yo le estaba llevando un plato de arroz y pescado, y me dijeron: “No, no puedes venir a esta hora. Ven mañana”. Así que vi mucha indiferencia».
Los vecinos de Shee estigmatizaron a los recién llegados, diciendo que probablemente eran delincuentes. Pero Shee no estaba de acuerdo.
«No hay diferencia entre un refugiado y yo», afirma. «Todos somos seres humanos. Tenemos la misma sangre. Todos hemos sido creados por Dios».
Esa opinión se sigue poniendo a prueba hoy en día en su región natal, cerca de la frontera somalí, donde Shee trabaja para el gobierno local. La zona sufre frecuentes incursiones del grupo militante somalí Al Shabab. A veces, eso hace imposible que Shee pueda hacer su trabajo de conectar a las comunidades más alejadas con los servicios públicos.
Los militantes han sembrado minas terrestres en las carreteras, lo que ha obligado a Shee a ser creativo para ayudar a los integrantes de su organización, en particular a los boni de la región, cuyo modo de vida tradicional de cazadores-recolectores se ve amenazado por los efectos del conflicto. Ha hecho volar helicópteros militares keniatas para entregarles suministros y acompañar a los profesores procedentes de otras zonas. En 2017, un vehículo militar que transportaba niños a la escuela chocó contra una bomba colocada al borde de la carretera, que mató a ocho personas.
No hay diferencia entre un refugiado y yo. Todos somos seres humanos. Tenemos la misma sangre. Todos hemos sido creados por Dios.
— Shee Kupi Shee
A Shee, se le ocurrió alquilar un barco para llevar a los niños a la escuela. El plan no resultó sostenible, pero eso no disuadió a Shee de su determinación de ayudar a la comunidad remota.
«Tienen derecho a opinar», afirma. «Tienen derecho al desarrollo y a que se incluya su voz en la toma de decisiones del gobierno».
Shee también mantiene su compromiso de ayudar a los refugiados somalíes a integrarse en la sociedad keniana. Su iniciativa de cambio social pretende fomentar el entendimiento entre nativos kenianos y somalíes en la aldea de Kiunga. Espera evitar conflictos por la escasez de tierras, alimentos y agua de la zona enseñándoles a los dos grupos la cultura del otro y mostrándoles lo que tienen en común.
«Quiero que la palabra “refugiado” desaparezca del vocabulario de Kiunga», afirma. «Toda persona debería llamarse hermana, hermano, primo... no refugiado».
Angela Antonova, Bulgaria
Angela Antonova rebosa un entusiasmo contagioso. En 1995, ese entusiasmo la ayudó a crear la primera organización profesional de trabajadores sociales de Bulgaria, a pesar de que el antiguo país comunista llevaba muchos años sin contar con ellos.
Animada por el éxito inicial, Angela Antonova planea ampliar su iniciativa de cambio social, que ayuda a los niños búlgaros separados de sus padres.
«El trabajo social era una profesión totalmente nueva para los países de Europa Central y Oriental, los antiguos países socialistas», expresa Antonova, de 58 años. «Concientizar y hacer comprender a la opinión pública el papel y el valor del trabajo social, también en la construcción de la paz y la prevención de conflictos, es esencial para el éxito de la profesión».
En 2023, su entusiasmo impulsó el lanzamiento de un programa para proporcionarles apoyo psicológico a los profesionales de la salud que trabajan con refugiados ucranianos. «Estas personas empezaron a experimentar los síntomas de sus clientes», afirma. «Cuando trabajas constantemente con personas traumatizadas y te bombardean con noticias horribles, eres vulnerable al trauma vicario». El programa incluía una línea de ayuda anónima para que los profesionales pudieran acudir sin miedo al estigma.
Este año, el entusiasmo de Antonova la llevó hasta el Centro de Rotary pro Paz de Estambul. «Escriban con letras muy, muy grandes lo agradecida que estoy con todos los rotarios que hicieron posible esta oportunidad para mí», expresa.
Ya está buscando financiación para ampliar su iniciativa de cambio social, que ayuda a los niños búlgaros separados de sus padres a desarrollar resiliencia y habilidades de afrontamiento. «Llamamos a este fenómeno niños que se crían a sí mismos», afirma. «Son niños abandonados. Sus padres se marchan de Bulgaria a Estados Unidos o Alemania, donde pueden trabajar para obtener mayores ingresos, pero sus hijos se quedan sin su apoyo».
Según afirma, sin esa orientación, esos jóvenes pueden inclinarse por la delincuencia o la militancia radical cuando sean adultos, o desaparecer por completo. Unos 47 niños migrantes desaparecen cada día en Europa, según el grupo Lost in Europe (Perdidos en Europa).
Escriban con letras muy, muy grandes lo agradecida que estoy con todos los rotarios que hicieron posible esta oportunidad para mí.
— Angela Antonova
El proyecto de Antonova pretende evitar estos oscuros resultados con una estrategia sencilla: envía a los niños a la escuela. En las clases especializadas, los niños aprenden habilidades para desenvolverse en la sociedad. Lo que es quizás tan importante como eso es que también tienen la oportunidad de socializar con otros niños. Una de las ofertas más populares de las clases es el «banco del amor», donde los niños pueden depositar sobres con mensajes cariñosos para los demás.
Antonova afirma que unos 150 niños han completado oficialmente el programa, mientras que muchos más se han presentado a las clases sin estar inscritos. Espera ampliar el programa si encuentra otras fuentes de financiación u otras ONG con las que asociarse.
«Estos jóvenes son vulnerables a comportamientos antisociales y a la radicalización», afirma. «Esto les da una alternativa. Ven que pueden cumplir sus sueños sin recurrir a la violencia».
Mariam El Masry, Egipto
Mariam El Masry sabe que, a veces, para dejar huella, hay que reconocer la oportunidad cuando se ve. Mientras ponía en marcha su iniciativa de cambio social, que consiste en enseñarles a los refugiados sudaneses a fabricar y vender artesanías, conoció a algunos migrantes que, en cambio, esperaban aprender un oficio diferente.
Mariam El Masry, novata en los proyectos de campo a gran escala, disfruta colaborando e intercambiando ideas con otros becarios a través de su grupo de mensajería de WhatsApp.
Mariam El Masry sabe que, a veces, para dejar huella, hay que reconocer la oportunidad cuando se ve. Mientras ponía en marcha su iniciativa de cambio social, que consiste en enseñarles a los refugiados sudaneses a fabricar y vender artesanías, conoció a algunos migrantes que, en cambio, esperaban aprender un oficio diferente.
«Encontré un grupo de hombres y mujeres jóvenes que o bien habían trabajado antes en los medios de comunicación o simplemente estaban interesados en aprender sobre dirección cinematográfica», afirma El Masry, de 51 años. «Su objetivo era hacer cortometrajes que documentaran su vida cotidiana en Egipto. Esta idea me pareció muy nueva y relevante».
Así que también se encargó de eso. Y, mientras se ocupaba de los aspectos prácticos, conoció a un director. «Enseña cine a precios muy razonables, a veces incluso gratis», dice. «Así que ahora esto será una pequeña iniciativa paralela junto a mi gran iniciativa».
El Masry decidió ayudar a los refugiados sudaneses en particular porque Egipto y Sudán, además de compartir frontera, están próximos histórica y culturalmente. «Son los refugiados más numerosos en Egipto tras el inicio de la guerra en Sudán, y se enfrentan a muchas dificultades», señala. «Los refugiados representan hoy la crisis humanitaria más grave».
Es la primera vez que El Masry lidera un proyecto —o varios— que implica tanto trabajo de campo. Ha pasado casi dos décadas trabajando en la Liga Árabe, con una pausa cuando obtuvo una beca para completar un máster en política de Oriente Medio en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres.
En la Liga Árabe, El Masry trabajó durante un tiempo en el departamento de desarme y no proliferación, donde informó sobre el programa nuclear iraní. Actualmente, sigue de cerca la política de los países de África Occidental y la creación de un nuevo centro africano-árabe de intercambio de información sobre migración.
Como alguien que pasa gran parte de su tiempo «escribiendo informes y asistiendo a reuniones», El Masry estaba emocionada y un poco nerviosa por emprender su iniciativa de cambio social, por no hablar de lanzar la segunda. Para ella, los demás becarios de paz son una fuente inestimable de consejos y ánimos, en especial la indomablemente extrovertida Suaad Abdo.
«Al principio, estaba un poco perdida», dice El Masry. «Recibí muchas opiniones de mi amiga Suaad, porque ella está haciendo algo parecido. Nos animamos mutuamente. Tenemos un grupo de WhatsApp con todos los becarios, donde intercambiamos ideas».
Mantenerse en contacto con los demás becarios ha incentivado a El Masry. Espera poner en marcha una tercera iniciativa que capacite a refugiados sudaneses que sean abogados para que asesoren a otros refugiados sobre sus derechos legales.
«Inicialmente, pensé: ‘La salida fácil es dedicarse a una sola cosa”», cuenta. «Pero, luego, me dije: “¿Por qué no, si tengo la oportunidad?”».
Este artículo fue publicado originalmente en la edición de noviembre de 2025 de la revista Rotary.
Becarios de Rotary pro Paz: el proceso
Los becarios de Rotary pro Paz estudian disciplinas relacionadas con la paz y el desarrollo en una de las universidades colaboradoras de Rotary. El proceso mediante el cual Rotary selecciona a los becarios pro Paz es riguroso. Los socios de Rotary y Rotaract pueden identificar posibles candidatos a becas en sus redes sociales y profesionales, universidades cercanas, gobiernos locales y organizaciones no gubernamentales. Los socios pueden enviarles a posibles candidatos información sobre el programa utilizando este formulario de referencia.
Los clubes rotarios y Rotaract también pueden colaborar con los presidentes de los Subcomités Distritales de Becas de Rotary pro Paz o los presidentes de los Comités Distritales de La Fundación Rotaria para reclutar y recomendar candidatos. Obtén información aquí sobre los requisitos y certificaciones de los candidatos. Los solicitantes deben ser profesionales que se encuentren en los inicios o en la mitad de su carrera, con conocimientos sobre la paz y el desarrollo, y potencial de crecimiento e impacto futuros como líderes en este campo.
Los candidatos deben completar una solicitud en línea. Para obtener más información sobre Rotary y ayuda con el proceso de solicitud, pueden utilizar la herramienta de búsqueda de clubes para conectarse con un club local o en línea. Los candidatos deben dominar el inglés, tener una licenciatura y cumplir otros requisitos.
El personal de Rotary International, los rotarios y exbecarios capacitados y las universidades colaboradoras examinan las solicitudes de becas. Los equipos de evaluación buscan candidatos que reúnan los requisitos necesarios, tengan experiencia pertinente y demuestren su compromiso con la paz y el desarrollo, su potencial de liderazgo e impacto, sus logros académicos y otras cualidades. Los miembros del Comité de los Centros de Rotary pro Paz y los colaboradores universitarios seleccionan a los finalistas, que luego se remiten a los fiduciarios de La Fundación Rotaria para su aprobación.
Las becas cubren los gastos de matrícula y tasas académicas en un Centro de Rotary pro Paz, además de alojamiento y comidas, pasaje de ida y vuelta, y los costos de la pasantía y las prácticas de campo.
Los Centros de Rotary pro Paz han capacitado a más de 1800 becarios que ahora trabajan en más de 140 países.
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