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Una fantástica travesía

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Deborah Walters, la "abuela que viaja en kayak" de Maine, emprendió un viaje épico para ayudar a los niños de Guatemala

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En la terraza de un restaurante en la desembocadura del río Passagassawakeag en la Bahía de Penobscot en Maine, Deborah Walters relata cómo la picó un escorpión en una remota aldea de Guatemala. “Para recibir atención médica, teníamos que caminar y luego tomar un bote”, recuerda, mientras acomoda su amplio sombrero de paja que deja pasar unos rayos de luz sobre su rostro. “El desafío era mantener un ritmo cardíaco bajo. Debía mantenerme en calma y esperar, pero sabía que todo saldría bien”.

Deborah Walters rema por el Río Connecticut en Vermont.

Chris Percival  

En 2014, Portland Magazine designó a Walters como la persona más fascinante de Maine, y esta combinación de racionalidad y resiliencia es una de las razones por las que recibió este reconocimiento. A pesar de ser una neurocientífica y profesora jubilada, cuyas investigaciones se han presentado en todo el mundo, y haber sido mentora de cientos de estudiantes, quizá es mejor conocida como la “abuela kayakista”.  Haz una búsqueda de esa frase en Internet y encontrarás historia tras historia sobre sus viajes en solitario para crear conciencia y captar fondos para Safe Passage (Camino Seguro), una organización sin fines de lucro que apoya a personas que se ganan la vida en el vertedero de la Ciudad de Guatemala.

En 2014, Walters, quien por años ha viajado sola en kayak en la región ártica de Canadá, emprendió una expedición en la que recorrería más de 4 023 kilómetros desde Maine hasta Guatemala. Su viaje en solitario se alternaría con estadías en casas de rotarios para dar charlas sobre la historia de Safe Passage. 

En los siguientes meses, Walters, de 63 años y socia del Club Rotario de Unity, Maine (EE.UU.), perseveró durante dos huracanes, pero estuvo al borde de la tragedia al toparse con bancos de arena que no estaban trazados en los mapas y un enfurecido oleaje que casi destruye su kayak. Tuvo tres encuentros con el ejército y el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, uno de ellos a punta de pistola por haber viajado accidentalmente por vías navegables protegidas. Mientras navegaba, algunas veces era escoltada por remeros locales. 

“El mar es infinitamente fascinante. Hay que tener siempre presente la interacción del agua, las olas y las mareas, por no mencionar el tráfico marítimo”, explica ella. “Siento que fluyo cuando remo. Esa sensación es inmensamente relajante y todo lo demás no importa”. 

Walters tenía alrededor de 55 años, ya era madre de dos hijos, abuela de cuatro nietos y acababa de jubilarse de su carrera académica (su esposo por 32 años, Chris Percival, tiene un espíritu igualmente aventurero y ha recorrido los Estados Unidos en bicicleta después de jubilarse como ingeniero eléctrico), cuando conoció a dos rotarios durante un Instituto Rotario en 2004, quienes le sugirieron emprender un viaje con ellos a Guatemala. Ese viaje cambió la vida de Walters.

Dos niños buscan en el enorme relleno sanitario de la Ciudad de Guatemala cualquier cosa que puedan utilizar o vender. 

Giles Clarke/Getty Images

Visitaron el botadero de 161 000 metros cuadrados en Ciudad de Guatemala, donde 10 000 personas sobreviven buscando y reciclando basura. Más de la tercera parte de la basura del país se deposita ahí y expone a estas personas a riesgos biológicos tales como desechos médicos, tanques de gas y hasta cadáveres de vez en cuando. Los asentamientos informales en su perímetro atraen a personas pobres que están desesperadas por encontrar un medio de subsistencia. Entre los riesgos que enfrentan están los deslizamientos de tierra, los delincuentes, las toxinas y los sumideros. En 2005, las emisiones de gas metano iniciaron un incendio masivo que se mantuvo por días. Walters conoció a una mujer que encontró un anillo de oro mientras se sumergía en el río que corre debajo de la basura. “Entendí la emoción de lo que se puede encontrar”, dice ella. “Pero ese río es lo suficientemente tóxico como para disolver un bote”.

Mientras describe el extenso y pestilente riachuelo, Walters toca un collar de brillantes abalorios hechos con papel reciclado y fabricado por mujeres de una comunidad cercana al relleno sanitario que se unieron a través de Safe Passage para crear un grupo llamado Creamos, que simboliza la ingeniosidad que surge incluso de la basura, y del buen tino de Walters para apreciarlo.

En ese primer viaje, Walters conoció a Hanley Denning, una joven de Maine que, después de mudarse a Guatemala para estudiar español en 1997, vendió todas sus pertenencias y utilizó las ganancias para iniciar Safe Passage donde conoció familias del botadero que necesitaban que sus hijos generaran ingresos, pero sabía que esos niños también necesitaban una educación. Muchos guatemaltecos llaman a los propios niños “basura” y a menudo no pueden asistir a las escuelas públicas. Por eso Denning inició una escuela en las inmediaciones del relleno sanitario donde los niños recibían una bolsa de alimentos por cada mes de asistencia perfecta. Con el tiempo, la organización empezó a entregar almuerzos a los estudiantes cada día. 

Denning pidió a Walters que se involucrara, y luego Walters llegó a integrar la junta directiva de Safe Passage en 2006. Un año más tarde, Denning murió a los 36 años en un accidente automovilístico en Guatemala. Muchas de las familias de Safe Passage temían que la organización desapareciera con su muerte.

Walters regresó al país para presidir un comité de transición. Juan Mini, propietario del vertedero y miembro de la directiva de Safe Passage, explicó que ella adoptó un enfoque inclusivo. “La función que asumió Deb cuando vino a Guatemala fue lo que salvó el proyecto”, explicó Mini. “Deb no se detuvo hasta que Safe Passage tuvo un nuevo director ejecutivo y se organizara para alcanzar el éxito. Esto ha permitido que continúe el sueño de Hanley de que cientos de niños del vertedero tengan un futuro mucho mejor”.

Safe Passage ofrece a los niños de las familias que viven del vertedero la posibilidad de estudiar.

Cortesía de Deborah Walters

A su vez, Walters da crédito a la comunidad. “El primer paso es escuchar”, explica ella. “Para ayudar, no podemos creer que tenemos todas las respuestas. Debemos darnos la oportunidad de aprender de las personas a las que servimos”. 

Cuatro años después de empezar a trabajar con Safe Passage, Walters quería aprender más sobre las comunidades indígenas rurales de donde muchas personas de Ciudad de Guatemala emigran. Ella viajó a las regiones montañosas remotas del país con Sue Patterson, en ese entonces integrante de la directiva de ALDEA, una organización sin fines de lucro que ha trabajado con comunidades mayas por cinco décadas para mejorar la salud, el saneamiento y la agricultura.  

Walters ayudó a los residentes y a los rotarios a unir fuerzas para enfrentar los problemas. Por ejemplo, en la aldea de Chipastor, las enfermedades transmitidas por el agua eran la principal causa de muerte, y la tarea de recoger agua potable requería varias horas al día. Después de que los clubes del Distrito 7790 de Walters trabajaran con el Distrito 5420 (Utah) con el fin de obtener una Subvención Global para un sistema de abastecimiento de agua, letrinas, filtros para aguas residuales domésticas y la capacitación sobre saneamiento, Walters acompañó a equipos de rotarios a Chipastor, donde trabajaron con los aldeanos para construir letrinas con bloques de cemento. En 2015, los rotarios de Maine y Utah trabajaron con el Club Rotario de Guatemala del Este en una segunda Subvención Global para reproducir este trabajo en otras dos aldeas, y en una cuarta, Walters ayudó a expandir un exitoso programa preescolar a través de Ripple Effect, un programa del Distrito 5550 (Manitoba, partes de Ontario y Saskatchewan) que equiparó los fondos captados por más de 50 clubes del Distrito 7790. 

De acuerdo con Walters, el éxito siempre depende de los expertos locales y de sus aportes. Ella menciona un ejemplo de las primeras cocinas de ahorro de energía que se introdujeron en las comunidades rurales. Creadas para reducir lesiones, agentes irritantes para la respiración y la deforestación asociada con las tradicionales cocinas de leña, estos nuevos modelos habrían sido sumamente eficaces si se hubieran utilizado. Cuando se les preguntó por qué fracasó el diseño, los lugareños explicaron que las familias tradicionalmente se reúnen alrededor de sus estufas para comer y socializar. El diseño no facilitaba eso. Los residentes ayudaron a modificar el modelo con una cocina de cemento, la cual es ahora el eje central de la mayoría de los hogares.

Walters acudió al programa de radio TideSmart Talk en Maine para charlar sobre su viaje. 

Cortesía de Deborah Walters

De vuelta en Maine, Walters conduce su automóvil por Muskrat Farm Road compartiendo historias de personas que conoció en Guatemala y que la inspiraron: una mujer que aprendió a leer y escribir a sus 70 años para poder ayudar a sus nietos con sus tareas. Un estudiante que, cuando se le preguntó lo que quería para su cumpleaños, acercó su silla a Walters y le murmuró: “ropa interior y calcetines”. Una joven, que fue abandonada cuando era pequeña, quedó embarazada de adolescente y se vio obligada a entregar sus hijos por su adicción a las drogas. Decidida a reunir nuevamente a su familia, estudió por ocho años mientras trabajaba en el botadero, se graduó de sexto grado y ahora vive con sus hijos. Extraordinaria en cualquier circunstancia, esta transformación tuvo lugar en un ambiente de extrema pobreza. 

“¿Quién está aprendiendo? ¿Quién prevalece?” pregunta Walters. “Todos nosotros. La entereza puede superar a la desesperación”. 

Historias como estas inspiraron a Walters a planificar su viaje épico, pero fueron los rotarios quienes lo hicieron posible. “El valor rotario del compañerismo fue la clave del éxito de la expedición”, explica ella. “Se requirió mucha coordinación de Gene Pfeiffer, quien es socio de mi club, y quien pidió ayuda a los clubes a lo largo de la costa. Tuvieron que ayudarme a encontrar un lugar para guardar el kayak; me llevaron a sus hogares; me dieron de comer y se hicieron cargo de los arreglos para que hablara en los clubes rotarios, iglesias, bibliotecas y casas de sus amigos. Incluso se hicieron cargo de la cobertura mediática. Increíblemente, se tomaron el tiempo para conocerme mejor. A menudo tuve conversaciones profundamente personales con mis anfitriones. Esta red de voluntarios fue la mejor parte de la expedición. Me quedé totalmente asombrada por la cantidad de personas que me brindaron su ayuda”.

Algunos se preocuparon por su viaje. En particular, a los niños de Safe Passage les preocupaba que ella pasara tantas horas sola. En junio de 2014, durante las etapas finales de planificación, Walters recibió un paquete que contenía un Patito Amistoso, un pato de hule del tamaño de la palma de la mano que los estudiantes habían elegido para que la acompañara. El dúo salió de Maine el 11 de julio de 2014 y Patito, que tenía su propio blog, pasó todo el viaje en el bolsillo del dispositivo de flotación personal de Walters. 

Una tarde, Walters levantó silenciosamente su remo mientras se deslizaba hacia un grupo de cisnes. Ella contuvo su respiración, tomó lentamente su cámara y quedo atónita por su suerte hasta que se dio cuenta que las aves eran señuelos para ahuyentar gansos. Pero también abundaba la vida silvestre real, incluso cuando creyó ver una roca y se dio cuenta que era un manatí. Cuando la criatura de 450 kilos se movió, casi la hizo caerse del bote. En medio de estas aventuras, impartió lecciones en línea de geografía a estudiantes guatemaltecos que seguían su viaje en línea. 

Walters logró llegar hasta Carolina del Sur, pero un dolor en el brazo y hombro la llevó al hospital. En enero de 2015, fue sometida a una cirugía de emergencia de una hernia discal y tuvo que pasar un par de meses recuperándose, tiempo durante el cual continuó con sus charlas. En abril, partió de Fort Lauderdale (Florida) en un velero acompañada por Bernie Horn, un amigo y colaborador de Safe Passage, y una tripulación de voluntarios. A su llegada a Guatemala, fueron recibidos por el personal y las familias de Safe Passage, pero las celebraciones fueron agridulces para Walters. “Todos dijeron que yo había concluido la expedición, pero tan solo había remado por un poco más de 2 440 kilómetros”, explica ella. “No sentí que había alcanzado mi meta”.

Por eso en septiembre de ese año, Walters volvió a tomar sus remos para completar el tramo de su viaje de Carolina del Sur hasta la Florida. Finalmente, el 10 de febrero de 2016, Walters llegó a Higgs Beach en Key West. Su expedición recaudó más de US$ 425 000 provenientes de donantes privados, iglesias, empresas, clubes rotarios y La Fundación Rotaria.

Walters (segunda desde la izquierda) y las otras Mujeres de Acción Razia Jan, Lucy Hobgood-Brown, Stella Dongo y Hashrat A. Begum en las Naciones Unidas en 2015.

Rotary International

Walters, quien fue homenajeada como una de las Mujeres de Acción de Rotary en 2015, todavía es voluntaria en Safe Passage, pero ya no forma parte de su directiva debido a los límites de los mandatos que ella misma instituyó. La escuela de Safe Passage se ha convertido en una escuela privada reconocida y ganadora de premios que también capacita a educadores de escuelas públicas. “Me alegraría si mis nietos asistieran a Safe Passage”, explica Walters. 

Más del 40% de los niños guatemaltecos de cinco años o menos sufre de desnutrición, pero Safe Passage ha eliminado ese problema entre sus estudiantes. Más de 100 estudiantes de Safe Passage se han graduado de la escuela secundaria. Sus padres y abuelos han aprendido a leer y escribir y algunos han iniciado pequeñas empresas para que ya no tengan que buscar entre la basura para mantener a sus familias.

Un programa de inglés fue impulsado por padres que sabían que sus hijos necesitaban la mayor cantidad de ventajas posibles, pero los materiales tradicionales del programa de inglés como segundo idioma no eran compatibles con el mundo en el que viven estos estudiantes. Una oración como “Guardo la leche en mi refrigeradora” no tiene sentido para alguien cuya única comida es la que recibe en la escuela. Por eso, Safe Passage desarrolló su propio plan de estudios con fondos de una Subvención Global patrocinada por los clubes rotarios de Weymouth (Massachusetts) y Guatemala-Las Américas.

“La sostenibilidad se logra si vamos más allá. Nuestra meta es que la organización sea administrada y financiada por guatemaltecos”, explica Walters. “Romper los ciclos crónicos requiere un programa amplio que aborde todos los problemas asociados con la pobreza intergeneracional. Es imperativo aliarnos con otras organizaciones sin fines de lucro, gobiernos y empresas privadas”. La mitad de los miembros de la directiva de Safe Passage, incluido su presidente, son ahora guatemaltecos. 

Durante uno de sus viajes en solitario en kayak al Ártico, Walters llevó una copia del libro Walden. “Había estado pensando cómo hemos llegado a esclavizarnos a un salario y cómo interrumpe nuestra alegría o nos aleja de las cosas importantes”, afirma Walters. Mientras leía con una linterna de noche, comenzó a pensar que los argumentos de Thoreau parecían redundantes. Finalmente se dio cuenta que su copia del libro contenía únicamente los primeros tres capítulos, y los repetía una y otra vez. “Lo que más me molestó no fueron los errores de imprenta, sino que me tomó mucho tiempo darme cuenta”, añadió Walters entre risas. “Quizá esas páginas contienen un mensaje que verdaderamente debo aprender”. 

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