650 estudiantes amplían sus horizontes mediante el Intercambio de Jóvenes de Rotary
Mientras crecía en una aldea cerca de la orilla del Lago Victoria en Tanzania, Wanzita Ally nunca se planteó subirse a un avión para viajar a Estados Unidos.
Su padre murió cuando era pequeña, y vivía con su madre y abuela, quienes eran campesinas de muy escasos recursos.
La familia dependía de lo que cultivaban en sus campos para comer.
Pero a Wanzita le encantaba la escuela y obtenía buenas calificaciones. Sus compañeros la eligieron como la líder de la clase, y sus maestras señalaron que ella “se esforzaba y tenía un buen comportamiento y asistencia”, a pesar de soportar largos períodos sin comer. Ella estaba decidida a no permitir que la situación de su familia interfiriera con su educación.
Dos décadas antes, a principios de la década de 1990, un voluntario del Cuerpo de Paz llamado Brian Singer estaba enseñando matemáticas en una escuela secundaria cerca de la aldea de Wanzita cuando conoció a cuatro hermanos cuyos padres habían muerto.
Después de que Singer regresó a su casa en Minnesota, habló con su familia y amistades para que ayudaran a esos estudiantes con sus matrículas escolares. La respuesta fue tan buena que pudo apadrinar a otros niños y de esta manera nació Project Zawadi. A la fecha, la organización sin fines de lucro ha apadrinado a casi 650 estudiantes.
Hace unos años, Project Zawadi comenzó a expandir su misión para ayudar a las escuelas a aumentar su alcance educativo, construir aulas y viviendas para las maestras, instalar inodoros y laboratorios de computadoras y establecer un centro de capacitación profesional. Uno de los proyectos donó camas para una residencia estudiantil en la Escuela Secundaria de Makongoro, donde estudiaba Wanzita. Ella tenía una beca para pagar su matrícula escolar.
Zinduka, la organización colaboradora local de Project Zawadi, contactó al Club Rotario de Musoma (el director de Zinduka, Max Madoro, se afilió luego a ese club) para ayudar con el proyecto de Makongoro. Pero la colaboración con Rotary no empezó en serio hasta que Vicki Dilley, rotaria de Northfield, Minnesota, y ex voluntaria del Cuerpo de Paz, participó como directora.
Dilley está involucrada intensamente en el Intercambio de Jóvenes de North Star, que es administrado por los Distritos 5950 y 5960 (Minnesota y Wisconsin). Como uno de los intercambios más activos en Estados Unidos, envía de 60 a 68 estudiantes al exterior cada año y acoge estudiantes de otros países.
El año pasado, debido a los contactos de Dilley, North Star decidió tratar de encontrar un estudiante de Tanzania para un intercambio. Singer y Madoro buscaron en sus archivos y decidieron que Wanzita tenía las cualidades que la ayudarían a adaptarse a Estados Unidos, a pesar de que nunca había estado lejos de su hogar.
Este tipo de colaboración entre rotarios y ex voluntarios del Cuerpo de Paz es una de las razones por las que las dos organizaciones formalizaron su relación en 2014. Ambos grupos comparten las metas de promover la comprensión internacional, crear conciencia a nivel mundial y empoderar a las comunidades para hacer mejoras duraderas en la educación, el desarrollo económico, la salud y otros aspectos. “Es una colaboración lógica”, explica Singer. “Pone en contacto a personas preocupadas y solidarias, los rotarios, con personas que tienen una conexión específica con una aldea o grupo de personas”.
Dilley lo ve de la misma manera. “Para mi esposo y yo”, explica ella, “siempre sentimos a Rotary como una extensión de lo que queríamos hacer en el Cuerpo de Paz”.
Pero Wanzita no podía embarcarse en su viaje sin un pasaporte. Para obtenerlo, necesitaba un acta de nacimiento. Para obtenerlo, su madre también necesitaba un acta de nacimiento. Por lo que acompañadas por Madoro, Wanzita y su madre volaron a Dar es Salaam, donde pasaron varias semanas para obtener los documentos y sellos necesarios para su viaje.
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650.00
estudiantes apadrinados por Project Zawadi
Wanzita ha acogido bien su experiencia, aunque cuando llegó a Minnesota en el otoño de 2016, no entendía cómo la gente encontraba su casa porque todas las viviendas eran parecidas. “No podía creer la cantidad de automóviles que había y la manera en que las carreteras estaban construidas una encima de la otra, ni la moderna construcción de los edificios”.
Pero con el tiempo, las nuevas cosas extrañas parecían menos extrañas.
En su escuela secundaria, donde cursó su último año, se unió al equipo de atletismo y se matriculó en un gran número de cursos, como psicología infantil, contabilidad y biología.
“Ahora”, explica ella, “estoy acostumbrada a todo, excepto el queso”.
Le ha llegado a gustar la comida de Estados Unidos, como las hamburguesas, el espagueti y, a pesar del queso, la pizza, pero todavía cocina de vez en cuando ugali, una masa de maíz. Además, envía fotografías y mensajes a sus amigos y familiares en Tanzania en su nuevo teléfono inteligente. Para verlos, su mamá tiene que ir a la antigua escuela de Wanzita, donde su maestra descarga las fotografías de la vida de su hija en Estados Unidos.
Wanzita no sabe con certeza hacia dónde se dirige su vida, pero quiere continuar estudiando en Tanzania. Ha pensado en ser enfermera, pero ahora que ha visto el mundo, está imaginando otros caminos.
“Cuando le dije a Brian [Singer] que quería ser enfermera”, explica ella, “él me preguntó, ‘¿por qué no doctora?’ Entonces tal vez estudie para ser doctora”.
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