Trabajadores de la salud comunitarios constituyen una fuerza de primera línea esencial
Koko Patience Samuel recuerda lo que sintió al salvar la vida de una madre primeriza.
Aquel día de 2023, llegó a su turno en una clínica rural de Nigeria y se encontró a una paciente que tras dar a luz sufría de hemorragia. Samuel utilizó inmediatamente una prenda antichoque que aplica presión para frenar hemorragias. Luego evaluó sus opciones.
«Podemos derivar algunos casos a centros de nivel superior. Así que la llevamos rápidamente al centro de salud», dice. «Logramos sacarla de peligro y que estuviera estable. Fue increíble».
Samuel es una trabajadora de la salud comunitaria capacitada en atención de la salud materno-infantil por el programa Unidos por la Salud de las Familias en Nigeria, una iniciativa galardonada con una subvención para Programas de Gran Escala de Rotary. También forma parte de una amplia, pero a veces ignorada, fuerza laboral del área de salud pública. En todo el mundo, millones de trabajadores de la salud comunitarios prestan atención esencial de primera línea en países de renta baja y media. No son profesionales de la medicina, pero realizan intervenciones de salud básicas y asesoran sobre temas como la salud materno-infantil, la nutrición, la vacunación y la planificación familiar.

Trabajadores de la salud comunitarios realizan actividades de difusión para el programa Unidos por la Salud de las Familias en Nigeria.
Fotografía: Maryam Turaki
Apoyan desde la atención rutinaria en sus comunidades de origen hasta campañas a gran escala de organizaciones mundiales de salud y ayuda, a menudo recorriendo largas distancias para llegar a personas desatendidas en zonas rurales. Con un déficit mundial previsto de 11 millones de profesionales de la salud para 2030, se espera que los trabajadores de la salud comunitarios cubran cada vez más carencias.
«Sus responsabilidades se están disparando porque la gente se da cuenta de lo fantásticos que son», afirma Svea Closser, profesora de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, que ha estudiado programas de trabajadores de la salud comunitarios en numerosos países, como Etiopía, India y Pakistán. «Sin embargo, la remuneración y el apoyo no han seguido el ritmo del aumento de responsabilidades».
Ante la creciente dependencia, la Organización Mundial de la Salud y otras entidades exigen una remuneración justa y una mejor capacitación y apoyo para los 4,7 millones de trabajadores de la salud comunitarios que se calcula que existen en el mundo, de los cuales aproximadamente dos tercios son mujeres.
Algunos de los mayores programas de trabajadores de la salud comunitarios, incluidas iniciativas en Pakistán, India y Etiopía, solo emplean a mujeres. «Muchos países prefieren a las mujeres, por buenas razones, como estar mejor preparadas para ocuparse de la salud materno-infantil. Ellas están socialmente mejor situadas para hacerlo», afirma Closser. «Pero también hay razones más problemáticas, como conseguir que las mujeres trabajen por un menor salario».
Linet Otieno, profesora de educación sexual en el condado de Siaya (Kenia), cuenta que es voluntaria sin remuneración desde hace siete años, porque su trabajo es gratificante de otras maneras. Trabaja tanto para el Ministerio de Salud de Kenia como para una organización sin fines de lucro, los ABC de la Educación Sexual, que en 2020 recibió financiamiento de una subvención global de La Fundación Rotaria.

A la izquierda: Linet Otieno recibe un certificado por su labor en educación sexual. Fotografía de Kathy Tate-Bradish. A la derecha: Koko Patience Samuel, capacitada en salud materno-infantil, dice «este trabajo me da alegría». Fotografía de Ashezi David.
«Me encanta mi trabajo. Me encanta servir a la comunidad porque puedo interactuar con muchas personas», cuenta Otieno. «La gente agradece los servicios que les ofrecemos. Cuando ves a alguien de la comunidad a quien has ayudado, te sientes motivado, porque recibes ese reconocimiento».
Aun así, Otieno se encuentra a veces con situaciones mucho más complejas de las que está capacitada para manejar, como cuando se entera de que un niño está sufriendo abusos físicos o sexuales. «Siempre informamos a los jefes [comunitarios]. Y a veces nos llaman para hablar con las familias», señala, aunque agrega que no puede hacer mucho más. «Nunca es fácil».
Los trabajadores de la salud comunitarios también sufren abusos y violencia. Un estudio del que Closser fue coautor en 2023 descubrió que las trabajadoras de la salud comunitarias de todo el mundo eran blancos frecuentes tanto dentro de sus programas como en sus comunidades. «Estos trabajadores están en lo más bajo de la jerarquía de la salud», afirma Roosa Tikkanen, otra coautora del estudio. «A veces, los agresores son sus supervisores. Entonces, ¿a quién rindes cuentas?».
En 2018, la Organización Mundial de la Salud publicó sus primeras directrices para los programas de trabajadores de la salud comunitarios, incluida una recomendación de remuneración justa. Desde entonces, investigadores y grupos de defensa han pedido que los trabajadores reciban contratos, una capacitación más amplia, una mejor supervisión y una mejor remuneración, o cualquier remuneración. El seguimiento de estas recomendaciones puede hacer del sector un motor de crecimiento económico al crear buenos puestos de trabajo, sobre todo para las mujeres, al tiempo que garantiza el acceso de más personas a la atención de salud.
En muchas partes del mundo, los trabajadores de la salud comunitarios son los únicos que atienden a la población. Y sus contribuciones son de gran alcance. Desde 2004 los trabajadores de la salud comunitarios han participado en labores que han reducido las muertes relacionadas con el sida en casi un 70 %. Estos trabajadores también tratan más de la mitad de los casos de paludismo en algunas partes del mundo, incluidos 10 distritos de Zambia donde el programa Alianza para una Zambia libre de paludismo, otro galardonado con una subvención para Programas de Gran Escala de Rotary, formó y equipó a 2500 trabajadores de la salud comunitarios.

Trabajadores de la salud de la comunidad se reúnen en Karachi (Pakistán), en 2022. Pakistán emplea a casi 450 000 de estos trabajadores en sus labores por erradicar la polio en el país. Fotografía de Khaula Jamil.
Aunque ese programa se basa en la labor voluntaria, otras iniciativas apoyadas por Rotary sí pagan una remuneración a los trabajadores de la salud comunitarios. Un programa financiado por una subvención de Rotary para 2020-2022 en Sudáfrica, en colaboración con la Universidad de Pretoria, pagaba algo más que el salario mínimo sudafricano de entonces, alrededor de 1,50 dólares por hora.
Pakistán, uno de los dos países donde la polio continúa siendo endémica, emplea a casi 450 000 trabajadores de la salud comunitarios en sus labores para erradicar la enfermedad. Como miembros de confianza de la comunidad, desempeñan un papel clave en la administración de vacunas y en la difusión entre familiares y amigos de que la vacunación es segura.
En cifras
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7 de 10
Empleos ocupados por mujeres en el sector de la salud y de asistencia social en todo el mundo
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4,7 millones
Número de trabajadores de la salud comunitarios
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13 %
Previsión de crecimiento a 10 años de los puestos de trabajo de los trabajadores de la salud comunitarios en EE. UU.
«Es muy importante que la gente tenga vínculos sociales y afectivos con los trabajadores que llegan a su puerta. Es como si pensaran ‘la gente de dentro nunca nos haría daño’, dice Israr Ul Haq, especialista en cambio social y de comportamiento de Unicef que ayuda a supervisar el programa de trabajadores de la salud comunitarios de Pakistán. «Esa aceptación social es muy importante. Después de muchos años con este programa, más del 95 % de las personas abre sus puertas para vacunar a sus hijos».
También en otros países, la confianza que los trabajadores establecen en sus comunidades, a menudo yendo de puerta en puerta, está marcando la diferencia, entre otras cosas conectando a las familias con los servicios. «Es diferente de una casa a otra», afirma Rebaone Madzivhandila, asistente de investigación de la Universidad de Pretoria, que supervisó a los trabajadores de la salud comunitarios como parte del proyecto sudafricano financiado por Rotary. «Depende del reto al que se enfrente un hogar concreto. Si se trata de malnutrición o inseguridad alimentaria, el trabajador de la salud comunitario traerá a un dietista para que le ayude. Si un hogar tiene problemas sociales, traerán a un trabajador social».
Este tipo de trabajo no se limita a los países en desarrollo. En Estados Unidos, por ejemplo, unos 63 000 trabajadores de la salud comunitarios ponen en contacto a las personas con los recursos de salud locales, asesoran a las personas que han recibido el alta hospitalaria y educan a las comunidades sobre enfermedades crónicas como la diabetes y el asma.
En Nigeria, Samuel cobra un estipendio mensual de 10 dólares, pero también se siente impulsada por la importancia de su trabajo y los resultados que puede ver, como cuando su comunidad se deshace de parte de su resistencia cultural a hablar de temas como los anticonceptivos. «Cuando empezó el programa, había familiares que no querían que fuéramos a hablarles de los anticonceptivos a sus esposas e hijas», dice. «Pero con el apoyo que tuvimos de la matrona del Estado, todo se solucionó. Vino y organizó reuniones comunitarias y les hizo comprender la necesidad de espaciar los nacimientos y otras actividades».
Samuel, que lleva cuatro años desempeñando este trabajo, valora especialmente la oportunidad de enseñar a su comunidad buenas prácticas de salud. «Me encanta poder educar a la gente, llegar a ellos», manifiesta. «Y sus comentarios son positivos, así que me causa alegría. Aporto conocimientos que necesitan saber».
Este artículo fue publicado originalmente en la edición de agosto de 2025 de la revista Rotary.