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Pedalear hacia la prosperidad

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Hace unos años, Jorge Romero acompañaba a su hija Mariangel al colegio todas las mañanas y todas las tardes de regreso a casa. En ese entonces ella tenía 13 años, y el trayecto de 4 kilómetros en Galapa, un pueblo a las afueras de Barranquilla (Colombia), era «demasiado peligroso para que una niña caminara sola», explica Romero. La familia no podía permitirse otro medio de transporte. Sin embargo, acompañar a su hija a la escuela significaba que Romero, jornalero, perdía la oportunidad de llegar a la cola laboral con suficiente antelación para aprovechar las oportunidades de trabajo.

Como muchas familias de Galapa, los Romero son refugiados de Venezuela que agotaron sus ahorros en el viaje. Nueve miembros de la familia comparten una sencilla vivienda de dos dormitorios. La familia duerme en un dormitorio y reserva el otro para guardar sus escasas posesiones, incluida la bicicleta que Mariangel recibió de World Bicycle Relief (WBR por su sigla en inglés) y que le permite ir a la escuela. La familia tiene ahora la esperanza que Mariangel complete su educación, prospere y pueda ayudarles a mantenerse en el futuro. Como dijo uno de sus familiares, esa bicicleta fue un regalo del cielo.

World Bicycle Relief, una organización sin fines de lucro con sede en Chicago creada en 2005, ha regalado más de 684 000 bicicletas en 21 países, la mayoría de ellos en África. «Las bicicletas son una herramienta olvidada que permite a las personas acceder a oportunidades», afirma su director ejecutivo Dave Neiswander a través de una videollamada desde Zambia. «Hay mil millones de personas que no tienen acceso a un medio de transporte fiable. Las bicicletas son una forma muy eficaz de que se ayuden a sí mismos, que es lo que me intrigó desde el principio».

WBR es una de las varias organizaciones con las que colaboran los clubes rotarios para recaudar y distribuir bicicletas donadas a niños de todo el mundo. «Este es uno de mis proyectos favoritos del año», afirma Mary Lou Byrne, presidenta del Club Rotario de Pasadena, California, sobre el proyecto que realiza su grupo. «Los niños y las bicicletas están hechos  el uno para el otro, y es muy emocionante poder ayudar a que se produzca esa magia».

Ante la mirada de su familia, Mariangel Romero muestra la bicicleta que le permite ir al colegio de forma más segura y rápida. Ahora puede centrarse en su educación y su futuro. Como dijo uno de sus familiares, esa bicicleta fue un regalo del cielo.

World Bicycle Relief

El acceso a una bicicleta de fiar ayuda a las familias a superar barreras para acceder a la educación y otras oportunidades. Donde vive Mariangel, por ejemplo, muchas niñas deben realizar tareas domésticas y cuidar de sus hermanos menores antes de emprender el largo camino a la escuela. «El problema es que además de llegar tarde al colegio no tienen sus tareas hechas porque están cansados», explica Mariela Madrid, directora del colegio de Mariangel. Con una bicicleta, pueden ahorrar tiempo y llegar a la escuela a salvo y con más energía y concentración.

«En desarrollo, hablamos de la recta final de la cadena de suministro», apunta Neiswander. «¿Cómo se distribuyen las vacunas? ¿Cómo se distribuyen los mosquiteros? ¿Cómo se empodera realmente a las personas para que puedan recorrer esas distancias? Especialmente en el caso de la educación de las niñas, que caminan 8 o 16 kilómetros para ir a la escuela, tener una bicicleta puede suponer todo un cambio a mejor, y es realmente la clave para romper el ciclo de la pobreza y enfermedades en las regiones en desarrollo de todo el mundo».

Para los socios del Club Rotario de Traverse Bay Sunrise, Michigan, los proyectos de servicio para construir escuelas les llevaron a involucrarse con el proyecto de entrega de bicicletas. De 2016 a 2019, el club se asoció con la Warm Hearts Foundation, organización sin fines de lucro con sede en Michigan que realiza labores humanitarias en África oriental, para construir bloques de aulas en tres escuelas de Malawi.

Ayudar a construir escuelas era el proyecto perfecto para Kip Nickel, un ejecutivo de ventas jubilado de Traverse City que había trabajado para empresas manufactureras multinacionales y vivido en varios países a lo largo de los años. Ahora forma parte del Comité de Servicio Internacional del club Traverse Bay Sunrise. Él recuerda que cuando los socios de Rotary empezaron a construir las escuelas de Malawi, preguntaron a estudiantes, familias y profesores qué era lo que más necesitaban. «Recibimos una lista que incluía libros de texto, más aulas y computadoras, pero algo que mencionaban una y otra vez era la necesidad de transporte», señala Nickel. «Algunos de los estudiantes caminaban hasta 10 km, a veces saliendo de casa antes del amanecer y llegando a casa una vez anochecido».

  1. En Malawi, Ty Schmidt, del Club Rotario de Traverse Bay Sunrise, Michigan, evalúa las necesidades de reparación.

    Richard Raetz

  2. Socios del Club Traverse Bay Sunrise y miembros de Warm Hearts Foundation y World Bicycle Relief analizan el proyecto en las instalaciones de ensamblaje de Buffalo Bicycle en Lilongwe (Malawi).

    Richard Raetz

  3. Paul Brink, de la Fundación Warm Hearts, conversa con Mussa Magombo, director de la Escuela Secundaria de Koche.

    Richard Raetz

  4. Antes, Gertrude y Fostino debían caminar unos 10 kilómetros para llegar a la escuela.

    Richard Raetz

En 2019, el club rotario compró por primera vez en el mercado local 50 bicicletas para estudiantes en Malawi. Esto era una prueba, ya que tenían dudas de que las bicicletas aguantaran. Es el mismo dilema al que se enfrentaron los fundadores de WBR una década antes: ¿De qué sirve comprar bicicletas que se desbaratan tan fácilmente?

WBR se creó como respuesta de emergencia para proporcionar transporte en Sri Lanka tras el tsunami del océano Índico de 2004. Su siguiente proyecto, en Zambia, abordó la crisis del VIH/SIDA proporcionando bicicletas a trabajadores sanitarios y hogares vulnerables. Poco después de que WBR llegara a África, Neiswander y su equipo se dieron cuenta de que allí era difícil encontrar bicicletas robustas que resistieran las duras carreteras de tierra. «Cuando las pusimos a prueba, simplemente se desarmaban, los pedales se rompían, los frenos nunca funcionaban», recuerda riendo. «Sabíamos que no podíamos entregar 23 000 bicicletas a los trabajadores sanitarios de un programa contra el VIH/SIDA si las bicicletas no respondían a sus necesidades».

Así que los ingenieros de WBR diseñaron una robusta bicicleta todoterreno a la que llaman Buffalo Bicycle. Pesa 23 kilos y puede transportar hasta 100 kilos, y está construida para recorrer largas distancias en terrenos accidentados. Esta bicicleta rara vez se avería, cuenta con frenos de montaña fiables para todo tipo de clima y puede repararse fácilmente. Desde que introdujo la bicicleta en los países donde está presente, WBR ha capacitado a más de 2800 mecánicos que prestan servicio a sus comunidades locales.

Tras investigar un poco, los socios del club de Nickel analizaron las opciones a su alcance: Continuar comprando bicicletas más económicas en el mercado local, o invertir en las robustas bicicletas Buffalo por un monto aproximado de 170 dólares cada una. «Todos estuvimos de acuerdo en hacer la inversión adicional y adquirir bicicletas de mejor calidad», asegura Nickel. El club Traverse Bay Sunrise se asoció con el Club Rotario de Elk Rapids para recaudar más de 30 000 dólares, mientras que una subvención del Distrito 6290 aportó otros 10 000 dólares. El dinero permitió a los clubes comprar a WBR 220 bicicletas Buffalo en 2021.

Los clubes de Michigan también colaboraron con el Club Rotario de Limbe (Malawi), la Warm Hearts Foundation y Norte Cycling de Traverse City. Donan las bicicletas directamente a cuatro escuelas secundarias, que deciden quién las necesita más en función de la distancia que recorren los alumnos, su necesidad de transporte y su sexo, porque para las niñas suele ser más peligroso recorrer largas distancias a pie. Las familias aceptan pagar el equivalente a unos 6 dólares al año para cubrir el mantenimiento y las reparaciones. Un técnico de la WBR repara las Bicicletas Búfalo de las cuatro escuelas y enseña a los alumnos a hacer pequeñas reparaciones ellos mismos; la organización también proporciona juegos de herramientas y piezas de repuesto.

Cuando los estudiantes se gradúan, las bicicletas se entregan a la próxima generación de estudiantes. «Nuestra idea es hacer de esta una iniciativa permanente», añade Nickel. «Cuidamos las bicicletas para que duren años, quizá 10 o más».

  1. Alumnos asisten a una clase de salud en la Escuela Secundaria Diurna Comunitaria de Chiona.

    John Robert Williams

  2. Jumbe Yusuff Kamwendo, alumno de la Escuela Secundaria de Koche, junto a su bicicleta Buffalo.

    John Robert Williams

  3. El director (centro) de la Escuela Secundaria Diurna Comunitaria de Chiona comparte un momento de diversión con los estudiantes en el patio de la escuela, donde se estacionan las bicicletas Buffalo durante las clases.

    John Robert Williams

Las restricciones causadas por la pandemia impidieron a los socios de Rotary estadounidenses viajar a Malawi al inicio del proyecto. Sin embargo, World Bicycle Relief ensambló las bicicletas en Lilongwe, la capital de Malawi, y Warm Hearts Foundation las distribuyó. Los maestros informaron que la asistencia y las calificaciones mejoraron, al igual que el comportamiento de los estudiantes. Incluso hay niños que decidieron ir a la escuela, atraídos por la oportunidad de recibir una de estas bicicletas.

En 2022, siete rotarios, entre ellos Nickel, visitaron las cuatro escuelas de Malawi y conocieron a los alumnos. «A todos les encantan sus bicicletas y dicen que además de permitirles ir a clase, ha hecho que sus notas y su interés por la escuela hayan aumentado», asegura Nickel.

La conversación que más recuerda, dice, fue con Fostino, un estudiante de la Escuela Secundaria Diurna Comunitaria de Nansenga, en el distrito rural de Mangochi. El niño caminaba entre dos y tres horas para ir a la escuela y su rendimiento escolar era bajo porque a menudo faltaba, llegaba tarde y estaba agotado. «Ahora que tengo mi bicicleta, puedo llegar a la escuela en 30 o 40 minutos, y llego a tiempo, incluso temprano», dijo el niño a Nickel. «¡Y me va tan bien en la escuela que ahora soy un genio!» A Fostino le gustaría ir a la universidad y estudiar finanzas.

Otra estudiante, Gertrude, solía salir de casa mucho antes de las 5 de la mañana para caminar los 10 km que la separaban de la escuela. «Me encanta mi bicicleta», le dijo a Nickel. «También puedo llevar a un amigo al colegio en el transportín; a ellos también les encanta». De hecho, casi todos los estudiantes con los que se reunieron afirmaron que llevan a otro estudiante a la escuela en sus bicicletas, duplicando así el impacto positivo de estas.

El próximo proyecto del club Traverse Bay Sunrise es conseguir bicicletas para los profesores. «A ellos también les cuesta llegar a las escuelas y ven que los estudiantes se les adelantan por los caminos de tierra», sostiene Nickel. El club se asoció con el Club Rotario de Cadillac, Michigan, y consiguió otra subvención distrital para poner en marcha este proyecto. Los profesores pagarán por sus bicicletas en cuotas equivalentes a 8 dólares al mes durante dos o tres años.

Estudios realizados en África han demostrado que una bicicleta puede aumentar los ingresos de una familia. El sueldo promedio de un profesor en Malawi es inferior a 150 dólares al mes, y cuando los profesores hayan terminado de pagar sus bicicletas, Nickel espera invertir ese dinero en más bicicletas para los alumnos. Su club desea ampliar el proyecto a otras escuelas. «Malawi es un compromiso a largo plazo para el club», afirma.

Mariangel Romero y su familia tienen grandes planes. «Mi sueño es ir a Estados Unidos, estudiar música, danza y guitarra», manifiesta. Y ahora que puede llegar a la escuela por su cuenta, su padre puede usar las horas de la mañana para buscar trabajo.

World Bicycle Relief

Las solicitudes de bicicletas surgen con frecuencia en EE. UU. cuando los clubes rotarios trabajan con familias necesitadas. Durante varios años, clubes rotarios de Pasadena, San Marino y Altadena, California, colaboraron con el Ejército de Salvación para distribuir bicicletas a familias. Desde 2015 hasta 2020, después de recibir las bicicletas del fabricante Huffy a precio de costo, los clubes regalaron más de 1 200 bicicletas, junto con cascos y cerraduras. «El día más importante para nosotros siempre fue el día del ensamblaje», dice Colleen Carey, socia del Club Rotario de Pasadena quien copresidió el proyecto. «Necesitábamos al menos 50 personas para ensamblar las bicicletas, y entre los clubes, solíamos reunir suficiente mano de obra. Las filas de los padres daban la vuelta a la cuadra. Las sonrisas y la emoción de los niños hacían que todo valiera la pena. Además, una bicicleta les da libertad y les sirve de ejercicio».

Algunos voluntarios incluso se afiliaron a un club rotario local luego de haber participado en el programa de bicicletas. Entre ellos se encuentra Kathryn Armstrong, directora de operaciones en Chicago. Ella se enteró de un evento de voluntariado organizado por una organización sin fines de lucro de Chicago llamada Working Bikes que envía bicicletas al extranjero, principalmente a países de América Central y África, incluido Malawi. Se presentó con su esposo y se preguntó por qué casi todos los participantes eran socios de Rotary. El grupo pasó aquella mañana fría y lluviosa ensamblando las bicicletas donadas para su envío. Armstrong disfrutó tanto de la experiencia que se convirtió en socia de Rotary y en la presidenta electa del Club Rotario de Chicago Cosmopolitan. Desde entonces no ha faltado a un día de voluntariado de Working Bikes.

«Esto es en lo que creo y lo que Rotary representa: servicio, empoderamiento y autodeterminación». Una bicicleta, les ayuda a trasladarse», dice Armstrong. «Es una herramienta muy útil que puede servirles durante mucho tiempo».

Nickel comparte esta opinión. «La influencia que se obtiene a través de la colaboración con Rotary es de gran valor», manifiesta. «Es decir, nuestro club cuenta con unos 70 socios, y esas 70 personas llevaron a cabo un proyecto de 45 000 dólares en bicicletas con solo nuestras conexiones a través del club, y lo volveremos a hacer. Realmente se siente que estás marcando una gran diferencia. Es muy gratificante, y ese es un mensaje importante».

En Colombia, Mariangel Romero y su familia tienen grandes planes. «Esperamos disfrutar de una forma de vida diferente», asegura. «Mi sueño es ir a Estados Unidos, estudiar música, danza y guitarra». Desde pequeña me ha encantado cantar. Canto en la iglesia y algún día espero cantar en público». Tener una bicicleta beneficia no solo a Mariangel y su educación. Su padre, Jorge, dice: «Ahora, con la bicicleta, ella puede andar por su cuenta, y yo puedo usar las horas de la mañana para buscar trabajo. Creemos en ella. Ella lo logrará».

Este artículo fue publicado originalmente en el número de febrero de 2023 de la revista Rotary.

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