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El creador de redes

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Ian Riseley ha dedicado su carrera a establecer contactos con amigos, colegas y rotarios, y aportará esta capacidad para unir a la gente a su labor como presidente de Rotary.

Por Fotografías de

“Generalmente pago por mi café”. afirma Ian H.S. Riseley en un tono tan serio que llegas a creerle. Hasta que su amigo Kevin Harrison se ríe a carcajadas. Aunque no se llega a determinar quién exactamente suele pagar por el café, el buen humor crea el clima adecuado para una caminata a lo largo de la ribera del río Patterson en los suburbios de Melbourne (Australia). 

En los últimos cinco años, estos paseos se repiten dos veces por semana para un pequeño grupo de amigos rotarios. Es una manera de “hacer ejercicio y de resolver los problemas del mundo”, explica Harrison.

Quienquiera que pueda participar (Richard Garner, John Williams, Nick y Maree Vinocuroff) lo hace para tener la oportunidad de intercambiar ideas con los demás. Todos quieren saber siempre lo que piensa Ian. “Él escucha una idea”, explica Harrison, “y cinco o seis caminatas después, tenemos un proyecto”.

Riseley (a la derecha) y Bob Richards (segundo a la izquierda) aceptan las donaciones de los visitantes al Mercado de Productores de Bayside, patrocinado por los clubes de Hampton y Sandringham. El mercado ofrece productos agrícolas, carnes, flores y alimentos gourmet de agricultores locales, así como productores artesanales.

En una agradable mañana de diciembre, los temas de conversación varían ampliamente. Los amigos discuten sobre las noticias, incluido el reciente terremoto en Nueva Zelanda, así como los asuntos de sus clubes rotarios: Sandringham, Hampton, Noble Park-Keysborough y Chelsea. 

Mientras el grupo habla, Riseley escucha. Él ha dedicado toda su vida a cultivar ideas, unir a la gente y orientarla ofreciéndoles sugerencias prácticas sobre lo que debe mejorarse y cómo lograrlo. El nuevo presidente de Rotary lo hace con tal carisma e ingenio autocrítico que al principio quizá no te des cuenta de cuan enfocado está.

La experiencia inicial de Riseley en Rotary fue la característica de los recién llegados a la organización: No estaba seguro lo que significaba. En 1977, era propietario de una nueva empresa de contabilidad y uno de sus clientes lo invitó a que hablara ante el Club Rotario de Cheltenham. “Mi primera pregunta fue, ‘¿sobre qué?’” recuerda Riseley, y su segunda pregunta fue, “¿qué es un club rotario?” 

El tema de la charla fue el impuesto sobre la renta. “Los asistentes fueron amables, se rieron en los momentos adecuados y se mantuvieron despiertos todo el tiempo”, bromea él. Unas semanas después, su cliente lo llamó nuevamente para invitarlo a una reunión para planificar un nuevo club en Sandringham. 

“Le dije, ‘no estoy realmente seguro de qué hace Rotary, pero estaré encantado de asistir’”, explica Riseley. “De hecho, no asistí a la primera reunión, pero recibí otra llamada y pude asistir a la siguiente. Todas las personas influyentes estaban ahí y me di cuenta de que me había involucrado con un grupo excelente”.

Antes de afiliarse, consultó con su esposa Juliet. Muchos de los amigos de Ian eran también contadores, por lo que ella pensó que Rotary podría ayudarlo a conocer personas más allá de su círculo profesional. Ian fue socio fundador del Club Rotario de Sandringham en 1978. 

Riseley apoya la idea de que Rotary es un lugar donde las personas socializan y forjan contactos profesionales mientras hacen el bien en el mundo. “Me encantaría decir que fueron los proyectos y las obras de Rotary los que me convencieron, pero no sería correcto”, señala él. “Lo que me convenció fue la posibilidad de relacionarme con personas que eran obviamente parte de la élite empresarial del área”. 

En las reuniones, a menudo escuchas a alguien decir, ‘me pregunto qué pensaría Ian sobre esto’, o ‘¿ha hablado alguien con Ian sobre eso?’ Él siempre da consejos sabios


Club Rotario de Clayton

Después de afiliarse, Rotary se convirtió en una parte fundamental de la vida de él y su esposa. “Unos 15 años más tarde, estaba pensando en cursar mis estudios de maestría”, explica él. “Le dije a Juliet, ‘¿qué piensas?’ y ella me dijo, ‘bueno, vas a conocer a muchas personas. Ahora demasiados de nuestros amigos son rotarios’. Fue la lógica a la inversa para afiliarse a Rotary: demasiados amigos contadores. Así es Rotary: te cautiva. Nuestra hija llama a nuestra participación Rotarama. Ella dice, ‘Rotarama te atrapa totalmente’, y es cierto. Creo que eso le sucede a la mayoría de nosotros”. 

Pese al efecto Rotarama, el servicio de Riseley no se ha limitado a Rotary. Ha dedicado su tiempo y energía a los Sea Scouts, asociaciones deportivas, consejos escolares y a un grupo consultivo de la comunidad local. En 2006, el gobierno de Australia le otorgó la Medalla de la Orden de Australia en reconocimiento a su amplio servicio a la comunidad. 

Sin embargo, el entusiasmo de Riseley por Rotary enfrentó un desafío cuando surgió el asunto de la afiliación de mujeres a principios de la década de 1980. El Club Rotario de Duarte (California) admitió a tres mujeres en 1977 Rotary International dio de baja al club al año siguiente. En 1980, la Directiva de Rotary y varios clubes propusieron infructuosamente eliminar el uso de referencias sobre los socios como “socios masculinos” de los Estatutos de RI y del Reglamento prescrito a los clubes. Esto atrajo nueva atención a este tema en todo el mundo. 

Riseley sufrió una crisis de conciencia. “En 1978, no se me había ocurrido que todas estas personas eran hombres. Simplemente no lo noté”, recuerda él. Pero cuando la afiliación de las mujeres como socias se volvió un asunto controvertido, él pensó, “Me dije a mí mismo que eso era una locura. ¿Qué tipo de organización le dice no a la mitad de la población? Por eso renuncié. Me dije, ‘no puedo pertenecer a una organización que discrimine’”.

El presidente de su club sugirió otra opción. “Él dijo, ‘permíteme recomendarte que no renuncies. Te instamos a que generes conciencia desde dentro de la organización para invitar a las mujeres a ser parte de Rotary.’ Acepté con la condición de que tuviéramos una votación en el club para que se llegara a un acuerdo al respecto”. Los socios votaron y dieron un apoyo abrumador a la idea de la afiliación de las mujeres a Rotary.

Bob Richards, un amigo cercano y socio del club de Sandringham, recuerda el papel de Riseley en la discusión. “Ian era un defensor declarado de la inclusión de las mujeres. Él decía ‘podemos beneficiarnos si diversificamos nuestros puntos de vista e ideas’”, recuerda Richards. Poco tiempo después de que Rotary cambiara oficialmente su normativa en 1989, el Club Rotario de Sandringham dio la bienvenida a varias mujeres como socias.

Una mujer que no se afilió a este club fue Juliet Riseley; más bien, se convirtió en la presidenta fundadora del Club Rotario de Hampton en 1995, donde aportó las habilidades organizativas y el esmero por los detalles que había perfeccionado durante su carrera en biblioteconomía y ciencias de la información. 

A Ian y Juliet Riseley les encanta sentarse en su terraza con vista a su jardín. Por las noches el ambiente se llena del aroma de las flores y el canto de los pájaros. Es un lugar perfecto para relajarse y reflexionar al final del día.

Además, contribuyó con su experiencia de primera mano con las obras de Rotary. “Cuando presidí el club, Ian ya había presidido el suyo y estaba involucrado en los Intercambios de Jóvenes”, señala ella. “Además, ya habíamos asistido a varias conferencias de distrito. Uno termina recibiendo información por ósmosis, por eso cuando fui presidenta, fue un poco más fácil para mí”.

A medida que aumentaron las responsabilidades de Ian en Rotary, también lo hicieron las de Juliet. Él fue gobernador del Distrito 9810 en 1999-2000 y ella ocupó este cargo en 2011-2012. En la medida de lo posible, ella asiste a los eventos de su esposo y él a los de ella. “Se apoyan mutuamente, pero son igualmente independientes”, explica Carol Lawton, quien acaba de terminar su mandato como gobernadora de ese distrito. 

Pero eso no significa que los aspectos logísticos de sus respectivos calendarios no sean complicados. “A menudo llegan a una función cada uno por su lado”, explica Richards. “Solíamos bromear: ‘Ian, ¿sabías que Juliet iba a venir?’ ‘Juliet, ¿sabías que Ian iba a venir? ’”

Una noche en su residencia en Moorooduc, un municipio rural en el corazón de los mejores campos vinícolas de Australia, los Riseley muestran sus jardines mientras Juliet menciona con facilidad los nombres de un sinnúmero de flores. Hay también árboles frutales y un par de cabras rescatadas: Vinda y Lulú. “No fuimos nosotros quienes les pusimos esos nombres”, se apresura a aclarar Ian. Él se queja de las cabras, pero es evidente que les tiene cariño, a pesar de su propensión a morder la corteza de los árboles.

Por las noches, a Ian y Juliet les gusta sentarse en su terraza con sus amigos para tomar una copa de vino, a menudo un vino de los múltiples viñedos de la zona. Uno de sus amigos, David Lloyd, administra Eldridge Estate que tiene muy buena reputación por su Pinot Noir y Chardonnay. Pero a los Riseley no les gusta demostrar mucho sus conocimientos sobre vinos. Sus estantes contienen tanto vinos económicos como botellas de excelentes cosechas.

Tienen el hábito de relatar historias entretenidas con un fluido diálogo, corrigiéndose, aumentando y algunas veces contradiciéndose entre ellos. “Esta es una de las cosas que tienen las parejas cuando han estado juntas mucho tiempo”, señala Juliet. Ian interviene: “Retención de memoria selectiva”. Juliet continúa: “Es absolutamente cierto. Tenemos diferentes versiones de la misma historia. Por fortuna, no son demasiado diferentes”.

Juliet e Ian alimentan a la cabra Lulú; los Riseley se sienten orgullosos de sus árboles frutales; Ian comparte viejas fotos de sus hijos Andrew y Jill.

Muchas de esas historias son sobre sus hijos y nietos: Jill, que vive en Melbourne con su esposo, Scott, y sus dos hijos Will y Jack, es experta en responsabilidad social corporativa y tiene una maestría de Cambridge. Su hijo Andrew, abogado, y su esposa Bronwyn, se conocieron cuando eran estudiantes de postgrado en la London School of Economics, tienen dos hijos, Neve y Lachlan, y recientemente se mudaron de Singapur a Wellington (Nueva Zelanda). 

Pero a Juliet e Ian les encanta también escuchar las historias de los demás. “Siempre que te reúnes con Ian, él quiere oír tus historias”, explica Geoff Tickner, un amigo de muchos años y compañero rotario. “La conversación siempre comienza con ‘hace años que no te veo. ¿Qué has estado haciendo?’”

Cuando hablas con sus amigos y colegas, te mencionan una y otra vez que a Riseley le gusta escuchar y dar consejos. “Si tienes una idea, se la mencionas a Ian porque él toma nota”, explica Helen Wragg, presidenta del Club Rotario de Hampton 2016-2017. “Y si es una mala idea, te lo dice”. 

John Barnes del Club Rotario de Clayton afirma que los rotarios solicitan la opinión de Riseley siempre que pueden: “En las reuniones, a menudo escuchas a alguien decir, ‘me pregunto qué pensaría Ian sobre esto’, o ‘¿ha hablado alguien con Ian sobre eso?’ Él siempre da consejos sabios”.

Barnes recuerda haber consultado con Riseley sobre su idea para un proyecto que involucraba a Interplast, una organización sin fines de lucro dedicada a brindar cirugía reconstructiva a personas con condiciones como paladar hendido y quemaduras severas. Barnes acudió a Riseley para presentarle lo que él describe como “un plan ridículamente ambicioso para lograr que cada club rotario de Australia ayude a recaudar una gran suma de dinero para financiar los proyectos de Interplast”. 

Si Riseley, en ese momento gobernador de distrito, no estaba convencido de la bondad de la idea, no lo demostró. “Supongo que no quería desilusionarme, por eso dijo, ‘Te voy a ayudar,’” recuerda Barnes. “No rechazó la idea”. 

Riseley hizo las presentaciones y dio consejos, y en última instancia Barnes obtuvo el apoyo de todos los 21 distritos de Australia y luego agregó los seis distritos de Nueva Zelanda. Rotary brinda los fondos y el apoyo de los voluntarios y el Colegio Real de Cirujanos de Australasia brinda el servicio voluntario de talentosos cirujanos. “Interplast es un excelente ejemplo de una alianza de Rotary con otra organización con el fin de satisfacer una necesidad”, explica Riseley.

“Él siempre mostraba interés; siempre quería saber cómo estábamos; siempre quería analizar nuestro progreso”, explica Barnes. “Si veía algo que no estaba funcionando, venía a mí y me lo decía con delicadeza. Tiene la capacidad de ofrecerte una línea de acción válida”. 

Los rotarios del Distrito 9810 recuerdan con cariño la conferencia de distrito del año en que Riseley fue gobernador. Se dio cuenta que el acto necesitaba un poco de dramatismo, por lo que hizo su entrada en el escenario a bordo de un automóvil de carreras, y desde entonces los gobernadores de distrito han tratado de hacer una entrada igualmente espectacular. En una ocasión, Richards hizo su aparición a lomos de un caballo. 

Riseley recalca que, aunque la diversión es vital para la organización, Rotary debe marcar la diferencia en el mundo. Durante la Asamblea Internacional de enero, señaló que la degradación ambiental es una amenaza para todos y pidió a todos los clubes plantar un árbol por cada socio como gesto simbólico, pero con un impacto práctico.

Rotary debe también hacer algo para atraer a socios más jóvenes, quienes en su opinión enfrentan varias exigencias contradictorias. Les interesa prestar servicio y están ansiosos de hacer el bien, pero necesitan opciones. “Debemos ofrecerles una participación que no malgaste su tiempo,” explica él.

Esa es una razón por la que él apoya de forma entusiasta las decisiones del Consejo de Legislación de 2016 de dar a los clubes mayor flexibilidad en temas de membresía y reuniones. “Si quieres reunirte todas las semanas y es conveniente para tu club, magnífico”, afirma él. “Pero hay personas que no pueden hacerlo por algún motivo. Para mí, la flexibilidad es realmente importante”. 

A Riseley también le preocupa que Rotary realice un mejor trabajo de comunicación con las personas externas a la organización. “Hemos crecido hablando entre nosotros mismos y por muchos años no buscamos el reconocimiento público”, señala él. “No hemos hecho suficientes esfuerzos para promocionarnos ante el público externo. Una de las cosas que más me asombran es que cuando se erradique la polio, Rotary no recibirá el reconocimiento que merece”.

Como contador, Riseley siempre piensa que una manera de demostrar el impacto de Rotary es cuantificándolo. “Lo que Rotary no hace es calcular el impacto de su labor. Tenemos 35.000 clubes en todo el mundo y todos hacen buenas obras”. Él visualiza pedirle a cada club que informe cuánto dinero invierte o dona y cuántas horas de trabajo voluntario ofrece, de manera que Rotary pueda calcular la productividad: “Creo que no solo el resto del mundo, sino incluso los mismos rotarios quedarán asombrados de todo lo que hacemos” .

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Juliet e Ian han disfrutado siempre las bellezas naturales de Melbourne, incluidas las playas de la Bahía Port Phillip. Cuando vivían más cerca del agua, era común que dieran caminatas a lo largo de la playa.

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