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Justicia para todos

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Gary Haugen, líder de la Misión Internacional de Justicia, sostiene que el trabajo humanitario significa muy poco si la seguridad básica sigue amenazada

En 1994, Ruanda se conmocionó ante el genocidio de un millón de personas en 100 días: el ápice de las décadas de conflicto civil en esa nación de África Oriental. 

Gary Haugen, quien entonces era un joven abogado defensor de los derechos humanos que trabajaba para el Departamento de Justicia de Estados Unidos, llegó a Kigali para dirigir una unidad de las Naciones Unidas con la meta de investigar el genocidio y reunir las pruebas necesarias para procesar a los responsables de crímenes de guerra.

Gary Haugen, líder de la Misión Internacional de Justicia

Ilustración: Viktor Miller Gausa

“Haugen recuerda: “Básicamente, no había gobierno”. Cuando no existe una autoridad civil que ejerza control, se desata un tremendo caos. Mucha gente intentó ayudar enviando alimentos y medicinas, brindando viviendas y educación, pero cuando se trató del problema de la violencia, muy pocos aceptaron ese desafío.

En 1997, Haugen estableció la Misión Internacional de Justicia (IJM por sus siglas en inglés) para abordar el problema de la violencia en países en desarrollo. Esta organización cuenta con 17 sucursales y trabaja con investigadores locales para rescatar a las víctimas de violencia, apoyar a los sobrevivientes, fortalecer el orden público y llevar ante la justicia a los delincuentes violentos. En su libro de 2014, The Locust Effect: Why the End of Poverty Requires the End of Violence (El efecto langosta: Por qué para terminar con la pobreza es necesario terminar con la violencia), Haugen sostiene que el progreso logrado en la lucha mundial contra la pobreza poco significa cuando la seguridad básica de las poblaciones sigue amenazada. 

En la Convención de Rotary International de 2016 en Corea, Haugen habló ante los rotarios sobre una de las formas más dañinas de lo que llamó “violencia cotidiana que afecta a las poblaciones más pobres del mundo: el trabajo forzado o esclavitud”. Dijo: “La esclavitud no es una reliquia del pasado”, haciendo notar que se calcula que 35 millones personas esclavizadas están ocultos a plena vista en todo el mundo, lo cual genera una ganancia de US$ 150.000 millones para los traficantes, quienes rara vez se enfrentan a la justicia. “Esto es más vasto y más brutal que nunca antes, pero también es más fácil de detener que nunca antes”. 

Haugen conversó en Seúl con nuestra colaboradora Sallyann Price sobre la importancia de abordar el problema de la violencia y la seguridad cuando se trabaja en el campo del desarrollo. 

The Rotarian: ¿Qué relación existe entre la pobreza y la violencia?

Haugen: Cuando uno piensa en los más pobres del mundo, generalmente no piensa en la violencia, sino en el hambre, las enfermedades y la falta de oportunidades educativas y laborales. Sin embargo, de igual importancia es la vulnerabilidad a la violencia diaria, que no necesariamente es la violencia que aparece en los titulares: guerra, genocidio, atrocidades en masa. 

Existe una forma de violencia mucho más destructiva que llamamos violencia cotidiana. Se trata de la violencia sexual, el abuso policial, la usurpación de tierras y el trabajo forzado. Estos tipos de violencia que se presentan diariamente hacen que sea difícil para las personas pobres mejorar su situación. Uno puede brindar toda clase de productos y servicios para aliviar la pobreza, pero no se logrará el tipo de progreso deseado si no se detiene a los aprovechadores que tienen poder para llevarse todo.

El mundo está ahora dividido entre aquellos que pueden pagar por su propia protección y miles de millones que quedan en un caos anárquico.


International Justice Mission

El abuso de poder es una dinámica humana muy simple. Es lo que cualquier niño entendería cuando sucede en el patio escolar: Hay un niño más fuerte y más grande que todos los demás y abusa de ese poder para quitarle algo a la víctima, ya sea el dinero del almuerzo, sus pertenencias o simplemente su dignidad. Esa misma dinámica se ve en el mundo adulto; solo que, con el paso del tiempo, se manifiesta en formas más violentas y en mayor escala.

TR: Su discurso en la Convención de Rotary se concentró específicamente en el tema de la esclavitud. ¿Por qué eligió precisamente ese mensaje para ese público?

Haugen: Estamos en un momento de la historia en que se están aunando esfuerzos para hacer que el fin de la esclavitud sea una realidad. Por primera vez en la historia, la esclavitud es ilegal en todo el mundo. Es un antiguo mal que aún existe, pero ya no es el centro de la economía mundial.

Rotary ha demostrado una capacidad singular para concentrar sus esfuerzos en un problema general que simplemente ya no debería existir. Mire el ejemplo de la polio: Contamos con una vacuna que funciona perfectamente bien y estamos de acuerdo en que todo el mundo debería estar protegido contra esta enfermedad. Sin embargo, no todos tienen acceso a esa vacuna. De igual modo, todos deberían estar protegidos contra la esclavitud y ningún padre debería preocuparse por el hecho de que un hijo pudiera ser esclavizado. Sabemos que una combinación de esfuerzos policiales eficientes y un excelente apoyo para los sobrevivientes podría reducir enormemente la esclavitud y la violencia general. En su trabajo para poner fin a la polio, los rotarios han demostrado la concentración y la determinación necesarias para vencer en esta lucha.

TR: ¿Cómo responde al científico Steven Pinker? quien en su libro The Better Angels of Our Nature sostiene que este es el momento menos violento de la historia.

Haugen: Si observamos la historia en general, en promedio hay mucha menos violencia en el mundo actual. Estas son buenas noticias ya que muestran que es posible progresar. Sin embargo, si hacemos una comparación con la polio, hoy hay menos personas vulnerables a esta enfermedad, pero ¿significa eso que no necesitamos terminar el trabajo? Al igual que la polio, la violencia que permanece en nuestro mundo está más concentrada en la vida de los más pobres. 

Los países más ricos brindan medidas de seguridad y orden público, pero en el mundo en desarrollo la seguridad personal con frecuencia significa contratar protección privada. El mundo está ahora dividido entre aquellos que pueden pagar por su propia protección y miles de millones que quedan en un caos anárquico y experimentan niveles extremos de violencia.

Gary Haugen y varios integrantes del personal de la IJM se reúnen en Bangalore (India) con personas rescatadas de brutales condiciones de trabajo forzado en un horno de ladrillos. 

International Justice Mission

TR: ¿Qué papel pueden desempeñar aquellos miembros más influyentes de la sociedad, como los rotarios, para mejorar esta situación? 

Haugen: Los sistemas públicos de justicia en la mayor parte del mundo en desarrollo son tan deficientes que quienes cuentan con riqueza y recursos no confían en ellos. En toda cultura existe un debate sobre qué funciones debe desempeñar el gobierno y el rango de servicios que debería brindar. Sin embargo, no cabe duda de que velar por la seguridad de sus ciudadanos es el más básico de esos servicios. Aquellos con capacidad de liderazgo deben invertir en la seguridad pública de manera que todos los ciudadanos puedan gozar de la misma protección. 

Es fascinante el hecho de que, actualmente, las formas más comunes de violencia en el mundo en desarrollo son siempre contrarias a las leyes existentes. El problema no es la ausencia de leyes, sino la ausencia de fuerzas policiales que protejan a todos. Ese es el centro de nuestra atención en la IJM.

TR: ¿Cuándo advirtió este patrón por primera vez?

Haugen: Después de graduarme de la universidad, viví en Sudáfrica. En ese momento, el tema más importante era la crisis del apartheid. Allí fue donde comencé a ver cómo era vivir en una sociedad opresiva y violenta. Al terminar la carrera de derecho, trabajé en el Departamento de Justicia de los Estados Unidos donde me dediqué específicamente al problema del abuso policial en ese país. Pude observar que, en cualquier parte del mundo, en cualquier país, la gente con poder (ya sea político o policial) tiende a abusar del mismo si no se le exige rendir cuentas. Cuando me enviaron a Ruanda en 1994 para dirigir la investigación de la ONU por el genocidio allí ocurrido, vi el problema particular de la violencia contra los pobres. Mucha gente trató de ayudar enviando alimentos y medicinas, brindando viviendas y educación, pero cuando se trató del problema de la violencia, muy pocos se lanzaron a ese desafío. Pienso que en esta era la esclavitud es un asunto similar: somos conscientes del problema, podemos detenerlo y depende de nosotros asumir esa responsabilidad. 

TR: ¿Cómo ayuda la IJM a una comunidad plagada de violencia?

Haugen: En muchas partes del mundo en desarrollo, la gente ha perdido la esperanza de que las fuerzas policiales alguna vez protejan a los pobres contra la violencia. Nuestro trabajo demuestra que es posible cambiar esa situación. La recuperación de esa esperanza produciría un cambio decisivo. 

Comenzamos a trabajar con las autoridades locales en lo que llamamos estudio colaborativo de casos. Formamos un equipo local de abogados, investigadores y asistentes sociales, e iniciamos nuestra labor con casos individuales. A medida que tratamos de llevar a los delincuentes ante la justicia, comenzamos a notar las deficiencias del sistema de justicia penal. 

Al comenzar a trabajar en un caso, hacemos un estudio de referencia para medir la prevalencia de los distintos tipos de violencia y el desempeño de la policía y de los tribunales. A partir de esas dos líneas de referencia, podemos determinar en qué momento el sistema de justicia penal comienza a funcionar mejor y la violencia comienza a disminuir. Luego de cientos de casos estudiados en un lapso de muchos años, hemos documentado que es posible transformar el sistema policial en uno que proteja eficazmente a los pobres.

  • 21.00

    millones de personas reciben ayuda de la Misión Internacional de Justicia

  • 17.00países

    tienen habitantes que reciben ayuda de la IJM

  • 28000.00+

    personas han sido liberadas de la opresión por la IJM

  • 37000.00+

    funcionarios y oficiales fueron capacitados en investigaciones desde 2012 por la IJM

TR: ¿Cómo se mide ese progreso?

Haugen: El éxito se puede medir por la relativa facilidad o dificultad para cometer un delito en particular. Camboya es un excelente ejemplo. Cuando comenzamos a trabajar allí hace 15 años, uno llegaba a Phnom Penh y, en una hora, podía fácilmente comprar un niño para fines sexuales. Ahora eso es mucho más difícil de hacer. Allí nuestro proyecto se concentró en mejorar la capacidad del sistema de justicia penal para enviar a la cárcel a los traficantes sexuales y, desde entonces, cientos de ellos han sido condenados. Nuestro estudio de referencia determinó que el 30 por ciento de los trabajadores sexuales de ese lugar eran niños. Ahora esa cifra se acerca al 1 por ciento. Asimismo, debido a que las autoridades camboyanas están aplicando eficazmente la ley, ya no es necesaria la presencia de la IJM. Ese es nuestro objetivo final.

TR: ¿Cómo determina la IJM dónde intervenir? 

HAUGEN: La IJM usa una variedad de criterios para determinar dónde llevará a cabo un futuro proyecto. Esto incluye la prevalencia de delitos y la voluntad política del gobierno y de las fuerzas policiales locales para abordar la delincuencia. Es imperativo que dentro de las fuerzas policiales exista al menos algún deseo de abordar el problema ya que nuestro modelo de transformación del sistema judicial se enfoca en desarrollar la capacidad de los sistemas públicos de justicia de los países y comunidades donde trabajamos.

TR: ¿Cómo pueden contribuir los rotarios a la seguridad de las comunidades mientras planifican proyectos de ayuda humanitaria en el mundo en desarrollo?

Haugen: Se le debe preguntar a la gente qué es lo que necesita y conectarla con grupos locales que aborden esas necesidades. Como es menos probable que la gente hable sobre la violencia, los rotarios deben ser muy firmes en su intención de facilitar conversaciones para explorar problemas específicos. Una vez iniciada la conversación y enfocado la discusión en ese problema, uno comienza a verlo una y otra vez.

Rotary ya está elevando el nivel de excelencia en términos de sostenibilidad y responsabilidad de sus proyectos. Sin embargo, la violencia contraataca de una manera distinta al hambre y a la falta de techo. Al atacar la violencia, uno mismo podría ponerse de alguna manera en peligro. El deseo de aceptar este desafío es un mensaje poderoso. 

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Millones de personas permanecen cautivas con fines lucrativos. Migraciones en masa, pobreza, desastres naturales y conflictos crean situaciones en las que tanto adultos como niños vulnerables son explotados. No hay nación ni vecindario que esté inmune. Aunque la esclavitud es ilegal en todo el mundo, es probable que esté sucediendo cerca de ti. El Grupo de Acción Rotaria contra la Esclavitud sensibiliza y ayuda a los rotarios a tomar acción contra la esclavitud y el tráfico humano por medio de sus programas, campañas y proyectos. El grupo consta de 1.600 socios y cuenta con colaboradores en 65 países que apoyan a los clubes de todo el mundo.

Los Grupos de Acción Rotaria están abiertos a rotarios, familiares de rotarios y rotaractianos que deseen unirse para apoyar a los clubes y distritos en la planificación e implementación de proyectos de servicio en sus respectivas áreas de especialización. Para unirte a uno de ellos, visita ragas.online