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Nuestro mundo

Atrapados entre dos naciones

Un apacible distrito costero del sur de Bangladesh –en una región que normalmente atrae visitantes a sus playas, centros de veraneo y bellos escenarios naturales– está en plena crisis. 

Los superpoblados campamentos de refugiados de Cox’s Bazar solo tienen unos pocos pozos para abastecerse de agua potable salubre.

Cortesía de Friendship

Desde agosto de 2017, cientos de miles de musulmanes de la minoría rohingya han huido del estado de Rajine (Myanmar) hacia la vecina Bangladesh para escapar a las masivas “operaciones de seguridad”, durante las cuales las tropas birmanas queman las cosechas y viviendas de los lugareños. En marzo, según la Dirección de Inmigración y Pasaportes de Bangladesh, habían ingresado al país más de un millón de refugiados.

La población rohingya que ahora vive en el distrito Cox’s Bazar de Bangladesh, era objeto de persecución incluso antes de la presente crisis. Durante mucho tiempo, el gobierno de Myanmar los ha tratado como forasteros, aunque los rohingyas llevan siglos en la región. Mientras tanto, el gobierno bangladeshí se ha comprometido a auxiliar a los refugiados, pero a la vez requiere que regresen a Myanmar y las autoridades permitan su reingreso.  

Kazi Amdadul Hoque, expresidente del Club Rotario de Sonargaon Dhaka (Bangladesh), se enteró sobre la crisis de refugiados rohingya al ver las noticias por televisión, y rápidamente, comenzó a buscar una manera de ayudar. El 12 de octubre del pasado año, viajó a Cox’s Bazar, para presenciar directamente lo que estaba sucediendo.

“Más allá de una colina, vi miles y miles de personas cuyos rostros reflejaban historias devastadoras: estaban exhaustos, vencidos, humillados y hundidos, a consecuencia del régimen de terror que dejaron atrás”, indica Hoque”.

Hoque es el director de planificación estratégica a cargo de adaptación al cambio climático y gestión de desastres de Friendship, organización no gubernamental que ayuda a la población de comunidades remotas de Bangladesh. Esta entidad proporciona ayuda alimentaria de emergencia, y ayuda en la preparación para desastres, tratamiento de aguas, asesoría jurídica, preservación del patrimonio cultural, y atención médico-sanitaria en buques hospital, clínicas satélites y teléfonos móviles.

Asimismo, Friendship brinda ayuda a los refugiados rohingyas, quienes presenciaron asesinatos, y fueron víctimas de violaciones y la destrucción de sus cosechas y poblados en Myanmar. 

“Ninguno de nosotros jamás había presenciado actos de tanta crueldad: niños heridos de bala, bebés recién nacidos sin que nadie pueda amamantarlos, gente mayor dolorida, todos buscando algo que han perdido, o deambulando en busca de familiares o amigos entre la multitud, sin saber dónde ir ni dónde conseguir alimentos, y gente con heridas sangrantes sin atender”, afirma Hoque. 

Hoque y Runa Khan, fundadora y directora ejecutiva de Friendship, afirman que no estaban preparados para hacer frente a una situación tan grave. En su visita, Khan observó que la mayor parte de los refugiados que llegaban a los campos eran mujeres y niños. 

“En ese momento, descubres que han matado a la mayor parte de los hombres”, señala Khan. 

La magnitud de la crisis era tal que no se sabía por dónde empezar. Friendship rápidamente movilizó a sus trabajadores y los trasladó a la región. Sin tiempo para recaudar fondos, los empleados aportaron dinero de su propio bolsillo para responder de forma inmediata, añade Khan. Al principio de esta labor, el propio Hoque se puso al frente de un equipo que implementó un proyecto de agua, saneamiento e higiene. Prestamente evaluaron la situación y recomendaron la toma de otras medidas necesarias. 

Desde el comienzo de la crisis, Friendship instaló un centro de partos y clínica de maternidad general, ofrecieron atención medico-sanitaria puerta por puerta, instalaron infraestructura básica, construyeron puentes de bambú e instalaron lámparas solares para alumbrado público. 

Debido a la tala de miles de hectáreas de bosques para instalar los campos de refugiados, la región ha quedado a merced de posibles inundaciones y deslizamientos de tierra y aludes de barro.

No obstante, la principal preocupación es “buscar una manera de que esta gente tenga esperanza de que las cosas mejoren en el futuro”, afirma Khan. “Ante la incertidumbre inmediata, es sumamente importante brindar soluciones para que los refugiados puedan valerse por sí mismos”.

Muchos de los refugiados sobreviven en improvisadas tiendas de campaña. Entre los visitantes, se ha hecho habitual la presencia de Kazi Amdadul Hoque (izquierda). En los campos, la salud de madres e hijos corre serios riesgos.

Fotos: Cortesía de Friendship

Las crecientes tensiones al tener que sobrevivir en condiciones de vida inadecuadas, aumentan la frustración entre los refugiados, con el consiguiente riesgo de que “sucumban a la desesperación, sobre todo si no se les presenta un plan, una salida a mediano o largo plazo”, indica Hoque. “Esta crisis es similar a la de los numerosos pogromos que han tenido lugar en el curso de la historia”.

Otros clubes rotarios se suman a las tareas de socorro. El Club Rotario de Cox’s Bazar City, en el epicentro de la crisis, ha colaborado en la recaudación de fondos y, en septiembre de 2017, suministró ayuda a los refugiados rohingyas. 

Los clubes del mundo entero también ayudan. Cuando Eric Lee, periodista y socio del Club Rotario de Cheat Lake, West Virginia (EE.UU.), se enteró de la situación por medio de un colega bangladeshí, informó sobre el particular al club de Cheat Lake, y el club se comprometió a donar USD 2500. A su vez, Lee recaudó USD 750 más, y todo el dinero se destinó a la adquisición de suministros en un establecimiento mayorista de Daca. 

Lee y su esposa, Kayley, se trasladaron a Bangladesh en febrero. En colaboración con Samsul Hoque Shohel y Sifat Imtiaz Hasan del Club Rotario de Cox’s Bazar City, quienes coordinaron la labor a nivel local, distribuyeron 100 paquetes con ropa, productos de higiene y tabletas para la purificación del agua a los refugiados rohyngas. Lee señala que se trataba de un proyecto piloto para evaluar si sería factible distribuir ayuda a mayor escala. “Fue a la vez una pequeña donación y un emprendimiento ambicioso, en gran medida para demostrarle al mundo que sí se puede ayudar”, añade Lee.

Más de un millón de rohingyas necesitan asistencia alimentaria, y muchos refugiados aún carecen de agua potable salubre, alumbrado público y otros servicios de infraestructura básica, lo cual implica serios riesgos, especialmente para mujeres y niños.

“Las mujeres carecen de suficientes servicios de salud reproductiva y deben tomarse mejores medidas para disminuir la violencia de género”, afirma Hoque. “El hacinamiento en los campos exacerba los riesgos y limita la capacidad de prestar servicios de protección”.

El impacto psicológico del desplazamiento forzado y la dependencia de la asistencia humanitaria seguirá afectando a los refugiados, indica Hoque, y en gran medida, no se implementan soluciones para los riesgos ambientales ni se prepara a la población para posibles desastres. Rotary, con su red de colaboradores y alcance mundial, es una entidad capaz de constituirse en un ejemplo para la próxima generación, agrega Hoque. 

“Si los socios de Rotary unen fuerzas y logran maximizar los conocimientos y experiencia que todos poseemos directa o indirectamente, entonces sería posible sentar las bases de una campaña conjunta que tenga un enorme impacto positivo para la población rohingya”, concluye Hoque.

— Nikki Kallio

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