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En el frente de batalla por la educación

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En Nigeria, la rectora de una universidad y un club rotario alimentan y educan a víctimas de Boko Haram

Por Fotografías de

Cuando oyó la noticia de que, a 275 kilómetros al norte de la ciudad, casi 300 alumnas de un internado habían sido secuestradas a punta pistola por el grupo terrorista Boko Haram, Margee Ensign se encontraba en su oficina de la American University of Nigeria situada en la polvorienta localidad nororiental de Yola. 

Ensign, presidenta de la joven universidad, ya se estaba enfrentando a las consecuencias de los ataques realizados por Boko Haram en el norte de Nigeria, los cuales habían llevado un torrente de refugiados a Yola. Junto a otros líderes comunitarios, incluidos sus compañeros rotarios, ella puso en marcha programas para alimentar a los refugiados cuyo número llegó a alcanzar la cifra de 400.000.

Los rotarios que colaboran con la Adamawa Peace Initiative contribuyen a la administración de los programas Feed and Read, el cual ofrece una comida caliente y lecciones de inglés y matemáticas, así como Peace through Sports.

En abril de 2014, tras salir a luz la noticia del secuestro, una mujer que trabajaba en la universidad solicitó entrevistarse con Ensign. En su oficina, ella le comentó que era hermana de una de las 58 niñas que habían escapado esa noche saltando de los camiones de Boko Haram y refugiándose en la selva.

Ensign se puso en contacto inmediatamente con las familias de esas niñas para ofrecerlas plazas en la universidad, la cual cuenta también con una escuela de educación secundaria. Al final, 27 niñas decidieron acudir y el 30 de agosto, cuatro meses después del secuestro, Ensign se preparó para dirigirse a la zona más candente del conflicto para recoger a las niñas. 

“Nos adentramos a un territorio peligroso”, comenta Lionel Rawlins, jefe de seguridad de la universidad. “La idea era colarnos en el patio trasero de Boko Haram y arrebatarles a esas niñas. La mañana anterior a nuestra partida, fuimos a la comisaría de policía para preguntarles si iban a acompañarnos, pero nos respondieron que no, porque era demasiado peligroso. Inmediatamente le dije a Margee que no podríamos contar con ayuda alguna. Nos miramos a los ojos y supe lo qué estaba pensando. Ella me dijo: "Si tú estás dispuesto, yo estoy dispuesta. Vamos a recoger a las niñas”.

En realidad la situación no era lo que Ensign se había imaginado a su arrivo a Yola en 2010. Docente y administradora escolar originaria de California, llegó a dirigir la American University of Nigeria (AUN), universidad fundada en 2004 por el mutimillonario y ex vicepresidente de Nigeria Atiku Abubakar. Abubakar eligió Yola porque se encuentra en uno de los estados más pobres y menos desarrollados del país, con una tasa de desempleo de 80%, una tasa de analfabetismo de 75% y una tasa de retraso en el crecimiento, causado por la escasez crónica de alimentos, del 47%. 

Ensign se sintió intrigada por la oferta de empleo: Abubakar quería que la AUN fuera un foco de desarrollo para transferir conocimientos a los empobrecidos habitantes de las áreas limítrofes, tal como las universidades estadounidenses creadas gracias a una concesión gubernamental transmitieron conocimientos a los agricultores. 

 “Yo no había trabajado antes en África Occidental”, explica. “Era un enorme desafío: la complejidad, el tamaño, la escala del país y de los problemas que habría de abordar. Pero pensé que sería una gran oportunidad de educar, quizás, a los futuros líderes de este país tan importante ya que en 2050 Nigeria será el tercer país con mayor población del mundo”.

Margee Ensign, rectora de la universidad (centro) charla con algunos estudiantes. “Todos en Ruanda conocen la labor de Margee. Sin duda, ella forma parte de nuestra historia”, comenta Mathilde Mukantabana, embajadora de Ruanda en Estados Unidos.

Mucho antes de su llegada a Nigeria, Ensign había tenido experiencia como investigadora y docente en el campo del desarrollo. En 1993, cuando se encontraba enseñando en Washington, D.C., uno de sus estudiantes, Bonaventure Niyibizi, le dijo que necesitaba volver a su país natal Ruanda porque temía que su familia fuera asesinada. Ensign llevó a Bonaventure al aeropuerto y se despidió de él. Cuatro meses más tarde comenzó el genocidio en el que, en cien días, casi un millón de personas perdieron la vida a manos de sus vecinos. 

Para la mayoría de los habitantes del mundo, lo sucedido, aunque terrible, no pasó de ser algo lejano y ajeno. Por el contrario, para Ensign, las víctimas tenían nombres y caras conocidas. Ella no podía olvidar a sus estudiantes y en 1999 voló a Arusha (Tanzania) para asistir al Tribunal Internacional de las Naciones Unidas para Ruanda. Allí descubrió que Niyibizi, su antiguo alumno, estaba vivo y trabajaba para el gobierno ruandés. 

En los próximos diez años, como decana de la Facultad de Estudios Internacionales de la University of the Pacific en California, Ensign pasó casi todos sus veranos en Ruanda trabajando en proyectos de desarrollo, incluido el establecimiento de la University of Rwanda.

Al mismo tiempo, investigó las razones por las que Ruanda se recuperó de una de las mayores tragedias del siglo XX para convertirse en un país con una economía pujante y estable. Parte de este proceso exigió la reconciliación entre los asesinos y las familias de las víctimas. 

 “Todos en Ruanda conocen la labor de Margee”, comenta Mathilde Mukantabana, embajadora de Ruanda en Estados Unidos. “Ella fue una de las primeras personas en ayudarnos a organizar una conferencia sobre el genocidio. Ella nunca abandona sus causas y tanto a nivel personal como institucional contribuyó al proceso de recuperación de Ruanda. Sin duda, ella forma parte de nuestra historia”.

Lionel Rawlins, experto en criminología y lucha antiterrorista, pertenece a la filial del Club Rotario de Yola en la America University of Nigeria. Rawlins es jefe de seguridad de la universidad, teniendo a su cargo la capacitación del personal de seguridad. 

En 2010, cuando Ensign llegó por primera vez a Yola, la ciudad se encontraba en plena temporada de lluvias. Todo estaba verde y no advirtió señal alguna del calor que estaba por llegar, ni del polvo del Sahara, ni de la sublevación que se preparaba en el norte. 

Al poco de su llegada, Ensign participó en la organización de la filial del Club Rotario de Yola en la AUN, ya que sabía que motivaría a las autoridades universitarias a involucrarse en la comunidad. Asimismo, instituyó un curso obligatorio sobre desarrollo comunitario. 

Se comunicó con un antiguo colega, Lionel Rawlins, experto en la lucha antiterrorista oriundo de la isla caribeña de St. Kitts y que en ese momento se encontraba entrenando tropas en Irak y Afganistán. Rawlins accedió a ir a Yola para enseñar clases de criminología y entrenar al personal de seguridad de la universidad, con el fin de convertirla en una fuerza más profesional. 

En enero de 2012, cuando habían transcurrido menos de dos años desde que Ensign asumió su cargo, se produjo la primera crisis. El gobierno nigeriano decidió poner fin a los subsidios para la compra de combustibles lo que causó protestas en todo el país. 

Tras reunirse, Ensign y Ahmed Joda, prominente líder musulmán y presidente de la Junta Directiva de la universidad, decidieron que tenían que hacer algo al respecto en beneficio de la comunidad. A tal efecto, invitaron a un grupo de conocidos a la universidad para que participar en un foro que posteriormente daría paso a la Adamawa Peace Initiative (API).

 Cuando nos ocupamos de estos primeros 5.000 refugiados pensamos que habíamos solucionado el problema. Sin embargo, en julio el número de refugiados pasó a 20.000 y de pronto, en septiembre, esta cifra se multiplicó por diez.


rotaria y rectora de la American University of Nigeria

El grupo decidió centrar su trabajo en la identificación y asistencia de jóvenes en situaciones vulnerables. En ese momento Yola contaba con unos 2.000 huérfanos y 40,000 almajiri, niños a los que sus familias enviaron a la ciudad para que estudiaran el Corán. Estos niños solían congregarse en las puertas de la universidad para mendigar y eran posibles presas de los reclutadores de los grupos terroristas.

El primer programa de la API, denominado Peace through Sports, unió a niños y niñas de distintas religiones y grupos étnicos, en “equipos unitarios” para que jugaran y comieran juntos. Uno de estos niños le dijo a Ensign: “Solo hay dos opciones: este programa o Boko Haram”.

En la primavera de 2014, surgió un nuevo reto. Muchas personas comenzaron a huir del norte donde Boko Haram estaba atacando pueblos, quemando casas y esclavizando a las niñas que capturaba. Ensign, Rawlins y el rotario Abdullahi Bello se desplazaron a Mubi, ciudad situada a unos 190 kilómetros al noreste de Yola, para conocer de cerca la situación de cientos de mujeres y niños que habían huído del conflicto. 

Los refugiados comenzaron a llegar a Yola. Los trabajadores de la AUN contaban historias sobre familiares que se vieron forzados a escapar del norte tras la destrucción de sus aldeas. Uno de los conductores de la universidad había alojado a 50 de sus familiares en su casa.

En junio de 2014, habían llegado 5.000 refugiados a Yola. La Universidad, la API y el club rotario colaboraron en actividades para captar fondos ya ayudar a los recién llegados a comprar semillas para plantar y pagar las escuelas de sus hijos. 

 “Cuando nos ocupamos de estos primeros 5.000 refugiados pensamos que habíamos solucionado el problema”, explica Ensign. “Sin embargo, en julio el número de refugiados pasó a 20.000 y de pronto, en septiembre, esta cifra se multiplicó por diez”.

Niños de un campo de refugiados de Yola reciben alimentos y otros suministros proporcionados por los rotarios, la universidad y la iniciativa por la paz.

La ciudad estaba desbordada y el gobierno inoperante. Los representantes de la comunidad internacional todavía no habían llegado y cuando lo hicieron su respuesta, según un informe de la universidad, fue “inadecuada y orientada erróneamente”. Por tal motivo, Ensign y los demás se concentraron en captar fondos para la API, con el objeto de comprar alimentos y suministros para las personas desplazadas en la ciudad y alrededores. Con los fondos recaudados adquirieron arroz, maiz, aceite, frazadas, azucar, sal, fideos, jabón y otras necesidades. Además entregaron a los refugiados modestas sumas en efectivo para que pudieran desplazarse. En los centros de distribución, decenas de miles de personas hacían cola para recibir los suministros.

Mientras tanto, Boko Haram seguía su marcha. En octubre de 2014, la organización terrorista capturó Mubi, y el torrente de refugiados se convirtió en inundación. Para comienzos de 2015, aproximadamente el número de refugiados en Yola alcanzó 400.000. Los residentes temían que en cualquier momento Boko Haram llegarían a las puertas de la universidad.

“No dormimos en varias semanas”, recuerda Rawlins. “Las escuelas cerraron sus puertas y todo el mundo corría de un lado para otro, pero nosotros mantuvimos la universidad abierta”. 

La universidad, la API y los rotarios trabajaron hombro a hombro con líderes cristianos, musulmanes y de otras religiones. Gracias a un ingente esfuerzo, nadie pereció de hambre. 

“No teníamos tiempo para reflexionar sobre lo que hacíamos”, comenta Ensign. “Lo principal era captar fondos, conseguir comida, distribuirla y ocuparse de los refugiados. Durante un período de seis o siete meses, tuvimos a miles de personas viviendo en las calles y distribuimos alimentos casi diariamente”.

Puesto que el mundo se enfrenta a varias crisis de refugiados, Ensign cree que su experiencia puede servir de lección. “En Yola, nos encargamos de atender a casi el mismo número de personas que están llegando a partes de Europa, por lo que es díficil creer que algunos digan que países tan ricos no pueden hacerse cargo de esos refugiados, pero nosotros pudimos hacerlo aun cuando vivimos en una de las comunidades más pobres del mundo”.

En noviembre de 2014, el ejercito nigeriano retomó Mubi y forzó la retirada de Boko Haram hacia el norte. Los refugiados comenzaron a abandonar Yola para volver a sus hogares, pero como todo estaba destruido – hospitales, escuelas, bancos, fincas – se necesitaría tiempo para volver a la vida normal y mucho más para que las heridas abiertas por el conflicto cicatrizaran.

No dormimos en varias semanas. Todo el mundo corría de un lado para otro, pero nosotros mantuvimos la universidad abierta.


vicepresidente adjunto de seguridad, American University of Nigeria

Por tal motivo, la API añadió la reconciliación a su lista de objetivos. “Mi experiencia en Ruanda me dice que reconstruir escuelas e infraestructuras es importante, pero que las personas deberían encontrar, también, la manera de superar lo vivido”, comenta Ensign.

Hace un año, tanto ella como otros integrantes de la API se trasladaron a Michika, ciudad que estuvo ocupada por Boko Haram. Allí dividieron a sus habitantes en grupos: hombres jóvenes, mujeres jóvenes, dirigentes y líderes tradicionales y vigilanes y cazadores. Todos narraron sus historias. Todos  y presentar sus quejas.

“Al comienzo los líderes religiosos decian cosas como ‘Yo no tengo problema alguno con mis amigos musulmanes’ o ‘Yo no tengo problema alguno con el obispo’”, explica Ensign. “Pero si se ahondaba un poco, establa claro que existía un claro resentimiento. Sé que esto suena casi ridiculo, pero un imán y un obispo terminaron abrazándose y esto significó un gran paso”. 

Las puertas de Yola, ciudad de 400.000 habitantes sede de la American University of Nigeria.

Hoy, de vuelta en Yola, las chicas de Chibok siguen adelante. Dos han vuelto a sus aldeas para casarse y otra abandonó la escuela, pero 24 permanecen en la AUN. (En octubre 21 niñas más fueron liberadas por Boko Haram.) 

Hoy, seis de las jóvenes cursan estudios de informática, ingeniería de software y ciencias ambientales en la universidad.  “La educación me ha dado alas y energía para volar, y una voz para hacerme escuchar”, explica una de las estudiantes.

Una noche las chicas fueron a cenar a la casa de Ensign. 

“Lo que más me sorprendió fueron sus risas”, recuerda. “Se comportaban como jóvenes de cualquier otro lugar del mundo. Tenían sus teléfonos, se reían, se abrazaban... fue una velada muy alegre”.

Sin embargo, la guerra y sus consecuencias siguen presentes. 

Todavía se producen ataques esporádicos y algunos terroristas suicidas se inmolaron en mercados públicos. Por su parte, los refugiados que volvieron a sus hogares tienen ahora menos de lo que tenían antes: ni cosechas que recoger ni semillas para plantar ni comida que llevarse a la boca. UNICEF advierte de que 65.000 personas viven en condiciones de hambruna y cuatro millones más se enfrentan a graves carencias alimentarias. 

El Comité Internacional de Rescate estima que cinco millones de personas necesitan recibir urgentemente ayuda alimentaria. Ensign teme que ésta se convierta en una de las mayores hambrunas de la historia.

Por eso la universidad, la API y los rotarios continúan trabajando para cubrir las necesidades de la comunidad. 

La Adamawa Peacemakers Initiative recibió el premio Tomorrow's Peacebuilders 2016 concedido por Peace Direct, organización con sede en Londres que apoya la labor de los promotores de la paz en zonas en conflicto. La API recibió US$ 10.000 los cuales destinará a sus programas.     

El programa Peace through Sports ahora se ofrece en Mubi y varias otras localidades, y unos 5.000 jóvenes participan en actividades orientadas a lograr la reconciliación. 

En Yola, la universidad lanzó un curso gratuito de ocho semanas de información y tecnología de comunicaciones, y un programa para jóvenes denominado Whiz Kids, el cual ofrece clases gratuitas sobre ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas. 

Recientemente, la AUN lanzó un proyecto de enseñanza a distancia financiado por USAID que utiliza un programa de radio y tabletas para enseñar a leer a 22.000 niños. Las tabletas cuentan con aplicaciones en varios idiomas locales diseñadas por estudiantes de la AUN. 

Otro programa ha capacitado a más de 1.000 mujeres para que elaboren productos que pueden vender en los mercados. 

Sin embargo, el programa más importante es el denominado Feed and Read, el cual ofrece a sus participantes una comida caliente y lecciones de inglés y matemáticas.

Hoy en día, la AUN cuenta con 1.500 alumnos, 400 más que cuando Ensign asumió su cargo siete años atrás. La universidad añadió recientemente una facultad de derecho y pronto ofrecerá un programa de ingeniería. En el futuro ella imagina una facultad de medicina y un programa de salud pública.

“Tuvimos dos rectores antes de la llegada de Margee”, concluye Bello, quien es decano adjunto de asuntos estudiantiles. “Pero es ella quien llevó a la universidad al lugar en que se encuentra hoy, gracias a su energía, a sus métodos innovadores y sus proyectos para involucrar a la comunidad. Margee nos ha demostrado que no podemos salir adelante solos, sino que debemos hacerlo todos juntos”. 

El Grupo de Acción Rotaria por la Paz ofrece recursos para que los rotarios promuevan la tolerancia y la comprensión.