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Familia ucraniana encuentra refugio en el hogar de rotaria polaca

Por Producido por Fotografía de

El 24 de febrero de 2022, Rusia invade Ucrania. Su 22.° Cuerpo de Ejército avanza hacia la central nuclear de Zaporizhzhia, la ciudad a orillas del río Dniéper, en el sureste de Ucrania, donde vive la familia Morhun.

Olena Morhun, farmacéutica: Por la noche me enteré de que la guerra había comenzado. Mi marido me despertó y me dijo que Ucrania era atacada por las tropas rusas que habían cruzado la frontera ucraniana. Me dijo que no quería que me quedara en Ucrania mientras hubiera guerra. Quería que nos fuéramos lejos de Zaporizhzhia, lejos del este de Ucrania. Fue entonces cuando empezamos a hablar sobre dónde podríamos ir y cómo.

Alisa Morhun, una de las hijas de Olena: Un día antes de que empezara la guerra, fui a visitar a mi amiga y me quedé en su casa por la noche. Por la mañana, alrededor de las 6, me despertó. Todavía tenía mucho sueño. Me dijo: "Empezó la guerra". Todo me pareció muy extraño. Al principio, no le encontraba ningún sentido. Cuando lees las noticias, empiezas a comprender lo que está pasando. Es difícil aceptar, en un instante, que tu vida normal ya no existirá.

Izquierda: "Sofiia dibuja y pinta. Lo hace muy bien", señala la fotógrafa del personal de RI Monika Lozinska. Cuando uno mira esta foto, ve a una persona sonriente. Pero lo que hay en el interior puede ser una historia totalmente diferente. Sofiia reservada y tranquila. Hablamos en privado. Le cogí la mano y vi en su brazo lo que me dijo que era la huella de un trauma del pasado. Parecía triste. Echa mucho de menos a su mejor amiga. Todo el mundo está separado, y no sabes si volverás a verlos", Arriba a la derecha: Olena Morhun con sus hijas, Alisa (izquierda) y Sofiia, y su hijo Vitalii. "Aunque es una situación difícil para Alisa, que asiste a la universidad, para ella estar en contacto con la gente es más fácil, seguir estudiando, tener un poco de normalidad", dice Widlicki. "Mientras que Sofiia, es muy sensible. Es un alma artística". Abajo a la derecha: Ante la mirada de Vitalii Morhun, Tymur Shakirov lee un libro con Krystyna Wilczyńska-Ciemięga, la rotaria polaca que abrió las puertas de su hogar a dos familias de refugiados de Ucrania. "Los dos niños jugaban juntos con mucha naturalidad", dice Kim Widlicki, estratega senior de marketing y las redes sociales con sede en Zúrich, que formó parte del equipo de entrevistas de Rotary, compuesto por tres personas. "Parecía que los chicos se conocían desde hace años. Tenían un vínculo muy bonito, al igual que todas las familias allí presentes".

El 27 de febrero, Olena Morhun abandonó Zaporizhzhia con sus hijas, Alisa y Sofiia, y su hijo Vitalii, conocido cariñosamente como Vitalik.

Olena: Salimos de Zaporizhzhia en el tren de evacuación Zaporizhzhia-Lviv. Nuestra intención era quedarnos en el oeste de Ucrania, pero cuando bajamos del tren y empezamos a hablar con la gente de Lviv, nos convencieron de que no lo hiciéramos. Su ciudad también había sido bombardeada. Resultó que el lugar que creíamos seguro no lo era en absoluto. Toda Ucrania estaba en peligro. Una chica del centro de voluntarios se sentó conmigo y hablamos durante buena parte de la noche. Me ayudó a tomar la decisión de ir a Polonia en lugar de quedarme en Ucrania. Nunca olvidaré a esa chica.

Alisa: Cuando cruzamos la frontera con Polonia, no sabíamos dónde íbamos a acabar ni qué íbamos a hacer aquí. No teníamos un plan. Solo esperábamos lo mejor. Cruzamos la frontera a pie y acabamos en un centro de distribución. Los voluntarios nos ayudaron. Encontraron personas que deseaban ayudar y acoger a los refugiados ucranianos en sus propias casas.

  1. Vitalii Morhun juega mientras su madre, Olena, y Wilczyńska-Ciemięga lo miran. "Recuerdo el día en que Weronika [la nuera de Wilczyńska-Ciemięga] dijo que Vitalii tenía que ir a la escuela preescolar", dice Olena. "Tuve una reacción muy negativa. No entendía por qué tenía que ir a la escuela preescolar en Polonia si pronto volveríamos a Ucrania. Pero Weronika me tranquilizó diciéndome que, aunque fuera por una semana, sería algo positivo para él. Ha aprendido mucho allí".

  2. Ulzana Shakirova, Weronika Kowalska y Alisa Morhun. "Mira a Ulzana y Alisa en esta foto", dice la fotógrafa del personal de RI Monika Lozinska. "Si no las conocieras, pensarías que viven allí. Hacen las actividades y las cosas cotidianas juntas. No son tratadas como huéspedes; son parte de la familia".

  3. Tymur Shakirov hace una pausa mientras disfruta de una comida. "Cuando Krystyna está jugando con Tymur, gira la cabeza y dice: 'Vitalii, ven aquí'", dice Lozinska. "Presta atención a los dos niños. No tiene preferencia por un niño o el otro. Fue muy dulce presenciar eso".

Tras un viaje de más de 1100 kilómetros en cuatro días, la familia Morhun llegó a Puławy (Polonia), donde Krystyna Wilczyńska-Ciemięga, socia del Club Rotario de Puławy, vive con su hijo, Grzesio, y la esposa de este, Weronika Kowalska. (Además de la familia Morhun, Wilczyńska-Ciemięga abrió las puertas de su hogar a otras dos personas de Zaporizhzhia, Ulzana Shakirova y su hijo, Tymur).

Krystyna Wilczyńska-Ciemięga: Esperamos hasta la medianoche, pero incluso pasada la medianoche no llegaban.

Alisa: Vitalik se quedó dormido en el automóvil mientras viajábamos, y cuando llegó el momento de despertarlo, estaba muy molesto, lloraba. Esto fue tremendamente estresante para él.

Krystyna: Estaban completamente agotados, los niños especialmente. No podría describirlo. Habían viajado en tren durante más de un día sólo desde Zaporizhzhia hasta Lviv. Y luego, los diversos obstáculos con el transporte para llegar a la frontera con Polonia les quitó tiempo y el resto de sus fuerzas. Así que solo querían dormir, dormir y dormir un poco más.

Olena: Cuando llegamos a Polonia, pensé que no nos quedaríamos mucho tiempo. Una o dos semanas, quizá un mes, y luego volveríamos a casa. No pensaba vivir en Polonia. No podía aceptar la idea de que estaría aquí durante tanto tiempo. Después de un mes más o menos, comprendí que volver a casa era una idea muy lejana, y que la guerra podría durar mucho tiempo.

Krystyna: Desde el principio, no existía eso de ser anfitrión. Porque puedes acoger a alguien durante tres días, y a veces, después de este tiempo te cansas del invitado. Sabíamos que esto iba a ser por mucho tiempo y que no había un plazo establecido. Desde el principio, formaron relaciones como si fuéramos una familia.

Olena: A Krystyna le encantan los niños. Vitalik es reservado con la gente que no conoce, pero a ella la aceptó enseguida. Incluso la abraza, cosa que no hace con los desconocidos.

Krystyna: Desde el momento en que estalló la guerra, era obvio que los polacos aceptaríamos a los refugiados. Queríamos darles una sincera bienvenida. Tengo algunos recuerdos que influyeron en mi decisión. Todavía recuerdo tanto la guerra [la Segunda Guerra Mundial] como las historias sobre la guerra, sobre todo las de mis padres. Nosotros también fuimos perseguidos de un lugar a otro. Tal vez esos sean los recuerdos que me llevaron a decir: "Sí, voy a ayudar". Pero creo que en general ese es mi carácte, así como el de todo socio de Rotary que prefiere dar en lugar de recibir. La gente me pregunta qué se siente al hacer algo así, y yo les digo que la primera emoción es la alegría, porque a las personas nos gusta dar.

Izquierda: Olena Morhun abraza a su hijo Vitalii. "A veces una imagen dice más que mil palabras", apunta la fotógrafa de RI Monika Lozinska. Arriba a la derecha: De izquierda a derecha: Weronika Kowalska, Krystyna Wilczyńska-Ciemięga y Dorota Wcisła, editora jefe de Rotary Polska. "Krystyna es probablemente conocida por todos los rotarios de su distrito", dice Wcisła. "Es una persona cálida, amable y de buen carácter que compartiría lo que tiene con cualquiera que necesite ayuda. Cuando menciono en una reunión con rotarios que voy a visitar a Krysia, todos me piden que la salude. Así que le traigo muchos saludos cálidos de los rotarios de Lublin y Zamość. En su casa hay un gran ambiente familiar. Weronika les enseña polaco y por las mañanas lleva a los niños a la escuela. Se dividen las tareas de limpieza, el lavado de ropa y la cocina, y se ponen de acuerdo sin problemas, como una familia buena y feliz". Abajo a la derecha: Ulzana Shakirova se detiene en un parque mientras pasea con el perro de Wilczyńska-Ciemięga. "No lleva al perro con la correa; él la obedece", se maravilla Lozinska. "Acudió a ella cuando le llamó en el parque. Si el perro es capaz de adoptarte así, es algo muy bueno. Los animales no se fían tan fácilmente de cualquiera".

A fines de abril, la familia Morhun comenzó a darse cuenta de que no volverían pronto a Ucrania, y esto les obligó a planificar un futuro incierto.

Olena: Siempre pienso en Ucrania. Por eso es tan difícil para mí. He intentado darme cuenta de que no estoy en casa y que, de alguna manera, tengo que construir mi vida aquí. ¿Pero cómo lo hago? Solo tengo un plan, y ese es volver a casa. Pero sé que este plan, no va a suceder pronto. Así que por ahora mis pequeños planes son aprender polaco, encontrar un trabajo, etc.

Alisa: ¿Cuál es mi esperanza para el futuro, mi sueño? Zaporizhzhia es la ciudad donde nací, y quiero volver a vivir allí. Dejé mi casa sin saber si volvería a ella en una semana o en dos años. Así que, en primer lugar, quiero volver a Ucrania, a mi casa, y luego seguir con mi vida. Quizás no pueda volver pronto, quizás pueda hacerlo después de muchos años, o quizás nunca lo logre. En ese caso, tendré que seguir con mi vida en otro lugar.

Krystyna: En 1993, cuando se fundó el Club Rotario de Puławy, si querías ser concejal o político y actuar en nombre de los demás, tenías que tener alma de activista social. Todos pertenecíamos a esa clase de personas. Ya teníamos esto en nuestro carácter, que se supone que debemos actuar en beneficio de los demás, como el lema principal de Rotary: Dar de Sí antes de Pensar en Sí. Así que es algo natural en todos los socios del Club Rotario de Puławy.

Este artículo se publicó originalmente en el número de octubre de 2022 de la revista Rotary.

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